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Historia

Una dacha no se construye en un día.

Mi historia con el té comienza en la infancia. Desayunaba con mamá, en la cama grande, antes de ir al Jardín. Tomábamos té en unas tazas blancas de opalina y a mí me gustaba sumergir las chocolinas en el licor sin azucarar. La provisión de té en hebras la hacía mi abuela materna que, siendo hija de rusos/ingleses nos enseñó a tomarlo a la manera inglesa (one teaspoon for each cup and one for the teapot) y a la manera rusa también (mordiendo un terrón de azúcar con cada sorbo). No recuerdo un solo desayuno de mi infancia sin él, así como alegría que no fuese festejada o tristeza que no fuera aliviada con un buen té. En tazas de porcelana o en vasos de vidrio, en hebras o en saquito según los avatares de la economía, con terrón de azúcar, con limón, con leche, con miel, “alein” (sólo), con un pedacito de torta, a sorbos o bebido (que era la forma de mi abuela para decirnos que había que tomarlo o tomarlo antes de salir a jugar). En la Facultad me enamoré y me casé con el mate. Y hace algunos años, un querido amigo noruego me devolvió a las fuentes, en un viaje mágico por las frías tierras del norte que me ayudó a navegar por mis orígenes y a bucear en mi memoria visceral. A la vuelta de ese viaje empecé a estudiar este abanico de colores que es el mundo de la camellia sinensis en serio y el se convirtió en mi amante.

Empecé a tener sueños reveladores: la inspiración surgía de noche, cuando dormía, en forma de acuarelas, palabras, tipografías, combinaciones caleidoscópicas de hebras, frutos, flores… A principios de 2011, debido a una tragedia familiar, me vi en la necesidad de hacer mis propios blends, con materias primas totalmente naturales y orgánicas y, fundamentalmente, libres de todo contacto con proteínas del látex. Nadie podía garantizarme una producción de esas características y, así, casi sin querer, empecé a materializar todas esas imágenes oníricas y a crear con todos mis sentidos, a través de mis manos, los blends que les daba a los míos. También fue mi modo de superar la angustia, la incertidumbre y el miedo y transmutarlos en arte. El resultado es DaCha.

LOS BLENDS
Mis blends son mezclas de hebras nobles, de distintos varietales y orígenes, con flores, especias y frutos. Esta diversidad me otorga una gran versatilidad en el logro de sabores, aromas, colores, texturas. Diseño cada uno con una personalidad fuerte y distintiva, que es lo que les da el toque ruso, supongo que porque la “rusiandad” no se arranca tan fácilmente de la piel, ni aún después de varias generaciones pero cada uno da cuenta y testimonio de una historia y de La Historia: no son producto del azar sino de la combinación del arte, la ciencia, la inspiración, la investigación, el desandar de los caminos de las corrientes migratorias, los sueños que sueño, el respeto por las materias primas que elijo y el producto terminado.

EL NOMBRE
Las dachas eran las casas de veraneo de los tsares; luego, de la nobleza y aristocracia rusas; en la era soviética, se les otorgaba a los funcionarios y, más adelante, la gente común se construía sus dachas para escapar, los fines de semana, de la ciudad. En las dachas se cocinó la vida política y cultural de la Rusia de fines de s XVIII y siglos XIX y XX, alrededor del samovar, con una taza de té caliente.

La dacha rusa es la casa de campo y puede ser tanto una choza como un palacete. La mayoría, tiene un espacio del jardín destinado a huerto y, en las épocas de guerra o de racionamiento brutal, quien tenía una dacha, tenía comida. Etimológicamente, dacha proviene de la palabra rusa “dat” que significa “dar” y se remonta a las parcelas de tierra que el tsar Pedro I les otorgaba a sus allegados y favoritos, en las afueras de San Petersburgo.

La marca está diseñada de tal manera, que representa un juego de palabras Da (sí, en ruso) Cha (té, en chino) y Russkiĭ Sekret significa “secreto ruso” y encierra el misterio del arte ruso del té que, afortunadamente, yo llevo impreso en mi matriz genética.

La tipografía gótica es un guiño lúdico: quise hacer un homenaje a los grandes íconos de fines del s. XVIII y s. XIX de la literatura rusa (Siglo de la Razón y Siglo de Oro, respectivamente), que podría denominarse, a decir de José Ángel Conde, “gótico ruso” en cuanto sirve de puente entre la tradición y la edad moderna y en el cual se vislumbra el final del mundo aristocrático y épico del zarismo y la pérdida de la inocencia de toda una generación que desembocará, más tarde, en el nihilismo y el pre-existencialismo.

La D y la Ch mayúsculas son las iniciales del nombre de mi padre.

EL SUEÑO
Una dacha es un estado de ánimo más que un lugar; un momento libre de los parámetros del espacio-tiempo; el amanecer, el sol, la lluvia, las horas mágicas; la noche desvelada con los amigos, el perfume del eneldo fresco sobre un gravlaks nórdico; el aprender a buscarle la espuma de la alegría a los maremotos de la vida y seguir adelante, con la certeza de que todo pasa y uno encuentra cobijo, resguardo, tibieza… eso es lo que hace a una dacha. ¡Tengo todo un bagaje de conocimientos de mis ancestros rusos! Tal vez estén ahí para enseñarme cómo ofrecer el más rico y humeante té, cómo preparar el “chaepítie” perfecto y cómo amar a alguien sin reservas, sin pedir nada a cambio y transmitirlo a los demás. Ese es mi sueño.

Nuestros Blends

Todas las fotografías y textos descriptivos fueron creados por DaCha Russkiĭ Sekret y son de uso exclusivo de la marca. No pueden reproducirse ni copiarse parcialmente.

Buenos Aires - Argentina | Tel. 15-6734-2781 - Llámenos gratuitamente | sekret@dachablends.com.ar