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ECUANIMIDAD. Y PUNTO.

sábado, mayo 7th, 2016

Equanimitea
Hay días en los que uno necesita de las alas de aquellos que lo quieren -o lo han querido- para levantar el propio peso y no morir en el intento. Hay quienes acudirán a tirar de nuestro lado de la cuerda, sin dudarlo. Para ellos, la brillante obra del pintor vietnamita Duy Huynh, que juega con las palabras y los símbolos para brindarnos un nombre perfecto: Equanimitea.
El complejo poema de Barbara Hamby, que traduzco abajo, es mi regalo para los que no.

CARTA A UN AMIGO PERDIDO

Tiene que haber una palabra rusa para describir
lo que ha sucedido entre nosotros,
como ostyt,
que puede utilizarse para una taza de té demasiado caliente,
que después de ir a la habitación de al lado, y volver, ya está muy fría;
o perekhotet,
que es querer tanto algo, durante meses e incluso años,
que cuando lo conseguís, ya perdiste el deseo.
Pushkin dijo, al ver el retrato que le hizo Kiprensky,
«Es como mirarse en un espejo, pero en uno que me adula.»

¿Cuál es la palabra para

una mujer que mira la cara de su amigo
y ve que la suave piel de antes se fue,
como un tren que ha dejado la estación de San Petersburgo,
con sus amplias avenidas y sus noches en el Café del Perro Vagabundo;

el sexo con los hombres equivocados,
que parecía tan bueno a la luz de las velas
cuando todos eran jóvenes y
fumaban cigarrillos armados a mano,
pintaban o escribían nada bueno la noche entera,
bebían demasiado vodka,
y despertaban a la dolorosa luz del día con la piel como la crema fresca;

los libros por todas partes,
Lorca sobre Gogol, Tolstoi bajo Madame de Sévigné,
ahora que, en un tren en la taiga de Siberia,
veo lo que ella ve

-todos mis libros por orden alfabético en los estantes,
pies deformes, manos cruzadas por venas levantadas,
el cuello arrugado como el diario de la semana pasada-

cuando sus amigos jóvenes
tienen acné y ojos de cachorro?

Y quién puede culparla por sentir que tenemos suerte
de ser amados, al menos un momento,
aunque yo no pueda evitar sentir como Pushkin,
-bala de plomo alojada en las tripas-,
mirar a sus libros y decir «Adiós, mis queridos amigos»,
mientras esos tomos se cierran en bloque
y el polvo nubla la hoja de oro que una vez brillara en sus lomos.

CELEBREMOS PASCUA Y PESAJ CON TÉ

miércoles, abril 16th, 2014

Un alimento que tienen en común Pascua y Pesaj es el símbolo eterno de la vida, el huevo. El marmolado de los huevos en té es una receta atemporal y especialmente aplicable para la temporada. Después de infusionar los huevos en el té, pueden servirse en mitades, enteros o picados para ensalada de huevo y cebollita, de macarrones o de atún. En el espíritu de la temporada, sugerimos un té verde Mao Feng, de un sabor astringente y herbal delicado, aunque a los tradicionalistas les encanta el té negro de Yunnan para hacer este clásico.

HUEVOS MARMOLADOS EN TÉ
Colocar los 6 huevos en una cacerola y cubrir completamente con agua fría. Llevar a ebullición durante 12 minutos hasta que estén duros. Retirar del agua y golpear suavemente las cáscaras para quebrarlas pero no pelarlos.
Preparar 750 cc de VIAJE A ŠIPAN y enfriar. Colar las hebras y verter el licor (el té) en una cacerola, colocar los huevos rotos con suavidad, tapar y dejar durante toda la noche. Para servir, retirar las cáscaras para revelar el patrón o aspecto marmolado de las claras. La receta se puede duplicar fácilmente.

PESAJ
Pesaj conmemora la huida de los hebreos de la esclavitud en Egipto. Sin tiempo para esperar a que el pan leudara, se llevaron con ellos pan ácimo. Este pan plano es lo que hoy hacemos, intencionadamente, simplemente con agua y trigo y llamamos matzá. En honor a la fuga hacia la libertad, en Pesaj se omite la levadura de los alimentos, por lo que los postres pueden ser un desafío. Afortunadamente, el chocolate viene al rescate!

IDEAS PARA POSTRES DE PESAJ CON CHOCOLATE
El chocolate, preferiblemente negro, está disponible en los productos kosher para Pesaj. Es el ingrediente perfecto para fundir y verter sobre la fruta seca (mangos, plátanos, arándanos secos y cerezas). Y, ¿qué mejor uso para el chocolate derretido que verterlo sobre las frutillas frescas limpias y secas?. Colocar las frutas cubiertas con chocolate sobre papel encerado y dejar que el chocolate se endurezca, luego colocarlas sobre una bonita bandeja. Lo más probable es que todos los otros dulces sean ignorados: el chocolate es muy seductor!

O bien, añadir una cucharada de MAIA Y KOLYA, OLD LAVENDER 1932, INVIERNO EN KIEV recién hecho o su blend o té rojo (negro) favorito al chocolate derretido o usar sólo chocolate y añadir una capa delgadita de verde Matcha para darle un toque provocativo a las papilas gustativas. Esto es perfecto tanto para la Pesaj, Semana Santa y nos atrevemos a decir, todos los días!

 

TRUFAS DE CHOCOLATE CON MATCHA
Lo mejor de esta receta es que lleva tan poco tiempo hacerla, es un regalo tan perfecto para cualquier anfitrión, y su sabor es tan intenso y embriagador que se preguntarán cómo han celebrado el final de un hermoso brunch de domingo de Pascua o la cena del Seder de Pesaj sin ella.
Ingredientes:
240 ml de crema de leche
¼ de taza de Kero
2 cucharadas de azúcar morena
1 cucharada de Matcha para la receta
1 cucharada de Matcha para espolvorear
340 gramos de chocolate Kosher amargo o un clásico chocolate 70%
Una pizca de sal gruesa kosher
Preparación:
Cubra una placa para horno con papel manteca y reservar.
En una olla pequeña poner la crema a fuego muy lento. Verter suavemente el Kero y el azúcar moreno y revolver lentamente con una cuchara de madera hasta que esté completamente disuelto, lo que tarda unos dos minutos. Añadir 1 cucharada de Matcha y revolver hasta disolver. Retirar la cacerola del fuego y reservar.
Picar el chocolate en pedazos pequeños y colocarlos en un bowl grande. Verter la mezcla de crema caliente y mezclar bien. Verter cuidadosamente en la placa para horno, alisando lo mejor posible (una espátula de silicona es ideal para esto).
Cubra con otra hoja de papel manteca y enfriar en la heladera durante 1 hora.
Retirar y dar forma a las trufas. Utilizar una cucharita para sacar un pedazo grande y colocarlo en la palma de una mano. Usar ambas manos para alisar una bolita de 2,5 cm de diámetro. Repetir hasta obtener 4 docenas de trufas, aproximadamente.
Colocarlas en una bandeja grande que permita un cierto margen entre cada una. Poner la cucharada restante de Matcha en un tamiz de malla fina y golpear suavemente el lateral del tamiz para espolvorear la parte superior del chocolate. Colocar encima de cada trufa unos pocos granos de sal gruesa kosher o similar.

NOTA: El té es una planta y todas las plantas son kosher y kosher para Pesaj; sin embargo, los hogares estrictamente observantes pueden consultar a expertos locales en kashrut.

SEMANA SANTA
Las roscas de Pascua, dulces y huevos de chocolate, son una adición popular europea al almuerzo de Pascua, que tiene a la pata de cordero o jamón como plato principal. Les damos la receta de un barniz de té para el jamón, que sin duda deleitará los paladares.

JAMÓN CON GLASEADO CON SALSA DE TÉ Y NARANJA
Ésta es una receta fácil de hacer que utiliza la misma asadera para hornear varios pasos. Usar un Keemun, Lapsang Souchong o un indulgente Yunnan, agregará el contrapunto justo a la dulzura de la mermelada. El sabor picante de los tradicionales clavos y la mostaza dará una complejidad de múltiples capas. Los sobrantes se pueden cortar en daditos y añadirse como guarnición a las ensaladas de huevo o fideos.
Ingredientes para el jamón:
1 jamón extra grande totalmente cocido con hueso (alrededor de 7 kilos), preferentemente ahumado
36 clavos de olor enteros
1 taza de mermelada de naranja de buena calidad
1/4 taza de mostaza gruesa
2 cucharadas más 1 1/2 tazas de agua
Ingredientes para la salsa:
2 tazas de HISTORIAS DE HUMO o MANDARÍN IMPERIAL preparado
2 tazas de caldo de pollo fresco
1 taza de jugo de naranja recién exprimido
3 cucharadas de mermelada de naranja
1 cucharada de mostaza gruesa
1 cucharada de almidón de maíz, disuelta en 1 cucharada de agua

Para preparar el jamón:
Colocar la parrilla en el centro del horno y precalentar entre bajo y moderado.
Quitar el exceso de grasa de la parte superior de jamón, dejando una capa delgada que deberá marcarse en forma de diamante con un cuchillo. Insertar el clavo en el centro de cada diamante. Colocar el jamón en una asadera fuerte y hornear alrededor de 3 horas y media o hasta que el termómetro insertado en el centro de jamón registra 70/75°C. (Jamones más grandes pueden requerir hasta 15 minutos más tiempo de cocción.)
Derretir 1 taza de mermelada en una cacerola pequeña a fuego medio. Batir la mostaza con 2 cucharadas de agua. Hervir hasta que la mezcla espese lo suficiente como para cubrir una cuchara de madera, sin goteo, unos 6 minutos. Reservar.
Pasar el jamón cocido a una tabla de cortar grande (con ranuras en ella para atrapar los jugos). Aumentar la temperatura del horno a fuerte.
Colocar la asadera sbre la hornalla misma, a fuego medio, tirar en ella la 1 1/2 tazas de agua y raspar los pedacitos dorados del fondo con una espátula o cuchara de madera. Pasar los jugos de a un bowl y congelarlos 15 minutos para endurecer la grasa. A continuación, retirar la grasa con una cuchara y deshechar. Reservar los jugos.
Forrar la asadera con papel de aluminio. Colocar en ella el jamón y una cuchara la mezcla de mermelada sobre éste. Continuar la cocción del jamón hasta que el barniz empiece a caramelizar, unos 20 minutos. Dejar reposar por 30 minutos el jamón.

Para preparar la salsa:
Hervir el té y luego verter en una cacerola mediana. Agregar 2 tazas de caldo de pollo, 1 taza de jugo de naranja y 3 cucharadas de mermelada de naranja y dejar hervir hasta que haya una reducción a 3 tazas. (Unos 10-12 minutos.) Incorporar 1 cucharada de mostaza de Dijon y los jugos de la asadera que se reservaron. Batir bien y volver a hervir. Batir la mezcla de almidón de maíz y hervir hasta que espese un poco, unos 4 minutos.

Trinchar el jamón. Presentar en una fuente con la salsa en una salsera.

FELICES PASCUAS Y JAG PESAJ SAMEAJ PARA TODOS. COMPARTAN SU MESA Y SU MEJOR TÉ.

PEONÍA – PEARL S. BUCK (PDF)

viernes, abril 11th, 2014

PeonyNovelQueridos amigos de esta dacha virtual: debajo iré pegando los enlaces para la lectura de nuestra nueva novela. Prepárense una tetera con su té preferido y disfrútenlos. Recuerden que nos encontraremos para leer las últimas páginas juntos y compartir un bello chaepítie. Que tengan un hermoso fin de semana.
Gabriela

 

1) PEONÍA.PDF-páginas 1 A 55-

2) PEONÍA.PDF-páginas 56 A 110-

3) PEONÍA.PDF-páginas 111 A 165-

4) PEONÍA.PDF-páginas 166 A 220-

5) PEONÍA.PDF-páginas 221 A 275-

6) PEONÍA.PDF-páginas 276 A 330-

7) PEONÍA.PDF-páginas 331 A 385- versión mini no imprimible

8) PEONÍA.PDF-páginas 386 A 442- versión mini no imprimible

Hasta aquí llegamos con los archivos, por ahora. Para conocer el final, nos encontraremos el día Sábado 26 de Abril, a las 16 horas, en La Biblioteca Café (Marcelo T. de Alvear 1155), donde leeremos las últimas páginas, y degustaremos dos pasos de té con maridaje dulce y salado; luego tendremos análisis y debate de la obra.

GYOKURO Y KABUSE CHA

domingo, diciembre 8th, 2013

GYOKURO
GYOKURO (玉露)es uno de los tés más finos y caros de Japón. Su nombre significa “rocío de jade”. Está clasificado como un té verde Sencha, que crece a la sombra en lugar de a pleno sol pero, además, mientras que la mayoría de los Sencha vienen de la variedad Yabukita, Gyokuro está hecho con una especializada variedad de arbustos como Asahi, Okumidori, Yamakai y Saemidori.
JARDÍN GYOKURO
De acuerdo con su método de producción, las hojas de esta variedad se protegen del sol, mediante redes de caña o paja, al menos durante veinte días antes de ser cosechadas. Al limitar la cantidad de luz que llega a los nuevos brotes durante su crecimiento, se altera el proceso de fotosíntesis y la generación de catequinas a partir de aminoácidos (teanina) se suprime, lo cual reduce la astringencia y le confiere al té un rico y complejo sabor, similar a las algas nori.

KABUSE CHA
KABUSE CHA (冠茶,literalmente, té cubierto), tiene un sabor tan fino como Gyokuro y se cultiva a partir de mismo tipo de árbol de té que este último. La única diferencia entre ellos es que los arbustos de Kabusecha se cubren uno por uno por «kulemona”, que es una red negra especial, sólo una semana antes de la cosecha, dando como resultado una hoja más oscura y un licor de sabor más dulce, a umami, menos astringente, de gran cuerpo y final bien largo.
JARDÍN KABUSE CHA

RECOMENDACIONES DE PREPARACIÓN PARA NO MORIR EN EL INTENTO U ODIARLOS PARA SIEMPRE

Primera infusión: en frío

El té.
Echar una cucharada sopera llena de Gyokuro en una tetera de 350 ml de capacidad con una filtro. No se debe utilizar infusor.

El agua.
Utilizar agua filtrada a temperatura ambiente. Agregar lo suficiente para apenas cubrir las hojas, cerca de 60 ml.

Dejar reposar por 7 minutos.
Despejar la mente. Respirar. Abrir los sentidos. Sus paladares se lo agradecerán.

Filtrar.
Las hojas absorberán la mayor parte del agua. Al verter en los cuencos, permitir que la infusión gotee hasta obtener aproximadamente una cucharada de té del licor. (Si se obtiene más de una cucharada de té, es que se ha añadido demasiada agua.)

No se dejen engañar por la pequeña cantidad de té de la primera infusión. El color verde pálido da a este té su nombre de «rocío de jade». El aroma es una reminiscencia de un día cálido y húmedo en el mar. El té es viscoso y caldoso; de gran cuerpo. El sabor a umami es puro. La primera infusión es la única con este intenso sabor a umami, difícil de describir; tiene un profundo, rico y complejo sabor, casi dulce y terroso. Sólo hay una primera infusión. Cuídenlo. Compartan con sus amigos. No hay nada que se le parezca.

Las infusiones posteriores

El agua.
Usar agua caliente, a unos 50 a 70°C (La temperatura es la adecuada cuando se puede tocar la tetera con la mano, y dejarla allí sin quemarse –como con el mate-). Añadir alrededor de 180 ml de agua.

La infusión.
Ahora el té se prepara mucho más rápidamente. Este té puede dar de tres a cinco o más infusiones calientes.
Infundir 15 segundos para la primera y, luego, añadir unos segundos más para cada infusión posterior, dejando que sus paladares los guíen –a mayor cantidad de tiempo, mayor intensidad de sabor-.

Filtrar.
Estas infusiones producirán más té que la primera, en frío, ya que las hebras ya estarán hidratadas y no absorberán el agua. El color es un verde más oscuro, el sabor más herbal y mucho menos a umami, y el final es levemente astringente.

RECOMENDACIONES DE MARIDAJE
El mejor maridaje, a mi modo de sentir, es con temaki sushi. También va bien con botarga o canapés con caviar. En cuanto a cosas dulces, sólo maridarlo con pastelería suave.

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con bottarga

TÉ LITERARIO – AGUAS DE PRIMAVERA – IVAN TURGUENIEV

sábado, noviembre 30th, 2013

Un evento feliz empieza por el sueño de hacerlo. Hemos leído juntos la última novela compartida del año. Cerramos de manera hermosa. Nuevamente, les agradezco a todos con mi alma y brindo a vuestra salud. <3
*Todas las fotos, con excepción de aquéllas robadas de los jardines primaverales de la Sra. Miriam Susana Pozzo y la Sra. Norma Ramirez, fueron tomadas por el Sr. Gustavo García Melieni en un acto de arrojo y cariño incondicional.

LA QUÍMICA DEL TÉ (de por qué su cafeína se absorbe más lentamente que la del café y otros asuntos).

sábado, noviembre 2nd, 2013

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Las hojas de Camellia sinensis contienen un 75-80% de agua. La infusión de las hojas frescas extrae un 60% de producto soluble. El 40% de producto insoluble corresponde a sustancias tales como el almidón, la clorofila, resinas, etc. Los productos solubles son los que nos encontramos en la taza y son los siguientes:

POLIFENOLES:

El té contiene varios tipos de polifenoles, pero los más abundantes son los flavonoides. Los principales flavonoides del té pertenecen a un tipo de sustancias conocidas genéricamente como catequinas. Las cuatro principales catequinas del té son: EC, ECG, EGC y EGCG. También contiene taninos, responsables de la astringencia y del sabor amargo. Parece ser que el contenido en polifenoles está en relación directa con la edad de las hojas, cuanto más joven o tierna sea la hoja mayor es el contenido en polifenoles.

Hay que destacar el papel antioxidante que ejercen las catequinas, base de casi todas las propiedades saludables del té: previene enfermedades cardiovasculares, reduce el riesgo de cáncer, retrasa el envejecimiento, etc.

ALCALOIDES:

Aquí hablamos de la cafeína y otras sustancias parecidas en muy pequeña cantidad, la teofilina y la teobromina.

Todos los tipos de té contienen cafeína, pero en diferentes proporciones. El té verde tiene menos que el Oolong y éste menos que el rojo y el negro. Cabe notar que el cuerpo absorbe rápidamente la cafeína del café, lo que provoca un inmediato incremento de la actividad cardiovascular. En cambio se cree que los polifenoles del té ralentizan el ritmo de absorción. Los efectos de la cafeína se notan más lentamente, pero son más duraderos, por lo que el té es mucho más revitalizante que el café.

A pesar de que todavía necesitamos más estudios e investigación, la explicación podría ser la siguiente: En el té recién preparado, la cafeína se une a los taninos y a la L-teanina -un aminoácido soluble en agua- cuando se elabora. Este enlace requiere más tiempo para metabolizarse que la cafeína libre, por lo que la absorción de la cafeína en el torrente sanguíneo es más lenta y más gradual que la que ocurre con la del café (L-teanina también tiene algunas otras ventajas muy interesantes, como la estimulación de la producción de ondas alfa y la formación de GABA para la inducción del estado de alerta). Mientras tanto, el cuerpo está absorbiendo L-teofilina, una sustancia que aparece naturalmente en el té y que produce efectos similares a los los de la cafeína, pero con una tasa de absorción más lenta. Después de la absorción, los efectos de la cafeína duran alrededor de 4 horas, de L-teofilina, cerca de 8 horas, y de L-teanina, 8 a 10 horas. Esto significa que el regreso al nivel de energía original es calmo y apacible. El café es diferente del té en que su cafeína se absorbe rápidamente, provocando un aumento en los niveles de adrenalina (y de estrés) y resulta en una sensación repulsiva cuando desaparece, descripta, a menudo, como un choque.

SALES MINERALES:

Destaca un alto contenido en flúor y, en nuestro país, hierro (ver nota del 13 de septiembre de 2013).

VITAMINAS:

Vitamina A (se cree que los carotenos pueden tener influencia en el aroma), grupo de vitaminas B muy bien representado, vitamina C (en los no oxidados) y vitamina E (sobre todo en los de la India y Ceilán).

OTROS:

Pequeñas cantidades de aminoácidos, glúcidos y lípidos. Se han descubierto algunos aminoácidos exclusivos del té como la teanina y L-teanina.

El té verde, al no estar oxidado, conserva intactos los componentes existentes en las hojas. El sabor del te verde es suave y delicado, uno siente que realmente está paladeando la esencia de la planta. La L-teanina del té verde es la responsable de su sabor a umami, el quinto sabor descripto por los japoneses como «agradable sabroso sabor» -los otros cuatro son dulce, salado, agrio y amargo-. El aroma del té rojo (negro en occidente) es sumamente complejo, se han contabilizado más de 550 sustancias diferentes. Durante la oxidación, las catequinas reaccionan con el oxígeno, para dar lugar al color y sabor de la infusión, modificado por la cafeína.

El aporte calórico de una taza de té es de tan solo 2 calorías.

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CAFEÍNA (Propiedades químicas)

La cafeína es un alcaloide de la familia metilxantina, cuyos metabolítos incluyen los compuestos teofilina y teobromina, con estructura química similar y similares efectos (aunque de menor intensidad a las mismas dosis). En estado puro es un polvo blanco muy amargo. Fue descubierta en 1819 por Ruge y descrita en 1821 por Pelletier y Robiquet.

Su fórmula química es C8H10N4O2

Una taza de café contiene de 80 (instantáneo) a 125 (filtrado) mg de cafeína. El café descafeinado, debe contener una cantidad de cafeína no superior al 0,3%.

Farmacología
El consumo global de caféina fue estimado en 120.000 toneladas por año convirtiéndola así en la sustancia psicoactiva más popular. La cafeína, es un estimulante metabólico y del sistema nervioso central, y es usada tanto recreacionalmente como médicamente para reducir la fatiga física y restaurar el estado de alerta mental en los casos en que exista una inusual debilidad o aletargamiento. La cafeína y otros derivados de metilxantina son también usados en recién nacidos para tratar la apnea y para corregir latidos irregulares. La cafeína activa el sistema nervioso central a niveles más altos, provocando un incremento en la alerta y en la vigilia, un flujo de pensamiento más rápido y claro, e incrementando la atención y mejora de la coordinación corporal. A dosis altas, también actúa a nivel de la médula espinal. Una vez dentro del cuerpo, posee una química compleja, que actúa a través de diferentes mecanismos de acción como se describen aquí:

Metabolismo y vida media
La cafeína del café y otras infusiones es absorbida por el estómago y el intestino delgado dentro de los 45 minutos que siguen a la ingestión, para luego ser distribuida a través de todos los tejidos del cuerpo. Su eliminación sigue una cinética de primer orden.

La vida media de la cafeína —esto es, el tiempo requerido para que el cuerpo elimine la mitad de la cantidad total inicial de cafeína— varía ampliamente entre individuos, de acuerdo a ciertos factores como la edad, función hepática, embarazo, algunas drogas concurrentes y el nivel de enzimas en el hígado necesarias para su metabolismo. En adultos sanos, la vida media de la cafeína es de unas 4-9 horas. En mujeres bajo administración de anticonceptivos de vía oral, la vida media es de 5-10 horas, y en mujeres embarazadas la vida media es de aproximadamente de 9-11 horas. La cafeína puede acumularse en individuos con enfermedades hepáticas severas, incrementando su vida media incluso hasta 96 horas. En bebés y niños la vida media puede ser más amplia que en adultos; la vida media en un recién nacido puede ser de hasta 30 horas. Otros factores como el tabaquismo pueden acortar el tiempo de vida media de la cafeína. La fluvoxamina (medicamento antidepresivo) reduce la eliminación de cafeína en un 91.3%, y prolonga su vida media una 11.4 veces respecto a la normal (esto es de 4-9 horas a 56 horas).

La cafeína, es metabolizada en el hígado por el sistema enzimático del Citocromo P450 oxidasa (específicamente, la isoenzima 1A2) en tres productos metabólicos de la dimetilxantina donde cada uno posee sus propios efectos en el cuerpo, que son:

* Paraxantina (84%): Incrementa la lipólisis induciendo el incremento de niveles de glicerol y ácidos grasos libres en el plasma sanguíneo.
* Teobromina (12%): Dilata los vasos sanguíneos e incrementa el volumen de orina. La teobromina es también el principal alcaloide en el cacao.
* Teofilina (4%): Relaja el músculo liso de los bronquios y es así usado para el tratamiento del asma. La dosis terapéutica de teofilina es sin embargo de un múltiplo mayor al obtenido por el metabolismo de la cafeína.

Cada uno de estos metabolitos es luego metabolizado y excretado en la orina.

Mecanismo de acción
El principal modo de acción de la cafeína es como un antagonista de los receptores de adenosina que se encuentran en las células del cerebro.

La cafeína cruza fácilmente la barrera hematoencefálica que separa a los vasos sanguíneos del encéfalo. Una vez en el cerebro, el principal modo de acción es como un antagonista no selectivo del receptor de adenosina. La molécula de cafeína es estructuralmente similar a la adenosina y por lo tanto se une a los receptores de adenosina en la superficie de las células, sin activarlos (un mecanismo de acción «antagonista»). Entonces, tenemos que la cafeína actúa como un inhibidor competitivo.

La adenosina se encuentra en casi cualquier parte del cuerpo, debido a que desempeña un papel fundamental en el metabolismo energético relacionado al ATP, pero en el cerebro, la adenosina desempeña funciones especiales. Existe una gran cantidad de evidencia que indica que las concentraciones de adenosina cerebral se ven aumentadas por varios tipos de estrés metabólico entre los cuales citamos: Hipoxia e isquemia. La evidencia indica también que la adenosina cerebral actúa protegiendo el cerebro mediante la supresión de la actividad neuronal y también mediante el incremento del flujo sanguíneo a través de los receptores A2A y A2B ubicados en el músculo liso vascular. En oposición a la adenosina, la cafeína reduce el flujo sanguíneo cerebral en reposo entre 22% y 30%. La cafeína también posee un efecto desinhibitorio general sobre la actividad neuronal. De todas formas, no se ha demostrado cómo esos efectos causan un incremento en la vigilia y la alerta. La adenosina es liberada al cerebro mediante un mecanismo complejo. Hay evidencia que indica que la adenosina funciona como un neurotransmisor liberado en los espacios sinápticos en algunos casos, pero sin embargo, los incrementos de adenosina relacionada con el estrés, parecerían ser producidos principalmente mediante el metabolismo extracelular del ATP.

Ciertamente, la adenosina no es el neurotransmisor primario de ningún grupo de neuronas, pero sin embargo es liberada junto a otros neurotransmisores por algunos tipos de neuronas. A diferencia de muchos neurotransmisores, al parecer, la adenosina no es almacenada en vesículas que son dependientes del voltaje, por lo cual, la posibilidad de que se dé ese mecanismo no ha sido completamente descartada. Varias clases de receptores de adenosina han sido descritos, cada una con ubicaciones anatómicas diferentes. Los receptores A1 están ampliamente distribuidos y actúan inhibiendo la absorción de calcio. Los receptores A2A están densamente concentrados en los ganglios basales, un área que desempeña un papel crítico en el control del comportamiento, pero también pueden ser encontrados en otras partes del cerebro pero en densidades más bajas. Hay evidencia de que los receptores A 2A interactúan con el sistema dopaminérgico, el cual está involucrado en el estado de vigilia y recompensa. Los receptores A2A pueden ser hallados también en las paredes arteriales y en las membranas celulares de las células de la sangre. Más allá de sus efectos de neuroprotección, existen razones para creer que la adenosina puede estar más específicamente involucrada en el control de los ciclos de sueño-vigilia. Robert McCarley y sus colegas opinan que la acumulación de adenosina puede ser una causa primaria de la sensación de sueño que sigue a una prolongada actividad mental, y que los efectos pueden ser mediados tanto por inhibición de las neuronas promotoras de la vigilia mediante los receptores A1, y por la activación de las neuronas promotoras del sueño mediadas por efectos indirectos en los receptores A2A. Estudios recientes han aportado evidencias adicionales sobre la importancia de los receptores A2A, pero no para los A1.

Algunos de los efectos secundarios de la cafeína son probablemente causados por efectos no relacionados con la adenosina. Como otras xantinas metiladas, la cafeína es también un:

1. Inhibidor competitivo y no selectivo de la fosfodiesterasa el cual aumenta el cAMP intracelular, activa la PKA, e inhibe el TNF-alfa y la síntesis del leucotrieno, reduce la inflamación y el sistema inmunitario innato
2. Receptor antagonista no selectivo de adenosina

Los inhibidores de fosfodiesterasa ejercen su inhibición sobre las enzimas cAMP-fosfodiesterasa (cAMP-PDE), que convierten al AMP cíclico en su forma no cíclica dentro de las células, y de esta manera permiten la producción de AMPc dentro de las células. El AMP cíclico participa en la activación de la proteína quinasa A (PKA) que inicia a su vez la fosforilación de enzimas específicas que intervienen en la síntesis de glucosa. Mediante el bloqueo de su degradación, la cafeína intensifica y prolonga los efectos de la epinefrina y las drogas tipo epinefrina como las anfetaminas, metanfetaminas o metilfenidatos. A su vez, las concentraciones altas de AMPc en las células parietales provocan un aumento en la activación de la proteína quinasa A dependiente de AMPc que a su vez incrementa la activación de la bomba de protones, específicamente la H+/K+ ATPasa, teniendo como efecto último, un incremento en la secreción de jugos gástricos ácidos. El AMP cíclico también incrementa la actividad de la [[corriente If]], que a su vez, incrementa directamente la frecuencia cardíaca. La cafeína es también un análogo estructural de la estricnina y como ella (aunque mucho menos potente) es un antagonista competitivo de los receptores ionotrópicos de glicina.

También, los metabolitos de la cafeína contribuyen a sus efectos. La paraxantina es responsable del incremento del proceso de lipolisis, el cual libera glicerol y ácidos grasos al torrente sanguíneo para que sean usados como energía por los músculos. La teobromina es un vasodilatador que aumenta la cantidad de flujo de oxígeno y nutrientes al cerebro y músculos. La teofilina actúa como un relajante del músculo liso que afecta principalmente a los bronquiolos y también actúa como una sustancia cronotrópica e inotrópica incrementando la frecuencia cardíaca y su eficiencia.

Imagen de Robert Mason «Tea vs Coffee»

AGUAS DE PRIMAVERA – IVÁN TURGUÉNIEV – CAPÍTULO 33

viernes, noviembre 1st, 2013

Kinski Torrents of Spring Lobby
Bueno, a ver, bajo las aguas de primavera que nos regaló este viernes. Resulta que en 1840, un joven aristócrata ruso, Dmitri Sanin, regresaba a su casa después de un largo viaje por Europa. En Alemania, se enamora locamente de una hermosa muchacha de una tienda de pastelería, Gemma Rosselli, quien rompe su compromiso para casarse con él. Con el fin de financiar la boda, Dmitri se remonta a Rusia a vender su patrimonio familiar a la princesa María Nikolaevna, esposa de un antiguo compañero de colegio… Estoy pensando en los triangulitos de hojaldre alemán con manzana y brie con que maridaremos el primer blend del Té Literario. Los triángulos siempre son difíciles… Los dejo con el Capítulo 33 y toda la intriga hasta el lunes. Que pasen un hermoso fin de semana!
AGUAS DE PRIMAVERA – IVÁN TURGUÉNIEV – CAPÍTULO 33

En nuestros días, entre Francfort y Wiesbaden no hay una hora por ferrocarril; pero en aquellos tiempos eran tres horas de camino por la posta, y cinco relevos de caballos. Pólozov, medio dormido, se bamboleaba suavemente con un tabaco en los labios; hablaba muy poco, y no miró ni una sola vez por la ventanilla; los parajes pintorescos no tenían para él nada de interesante, y hasta declaró que «¡la naturaleza lo aburría mortalmente!» Sanin tampoco decía nada, y no admiraba el paisaje: tenía otra cosa en la cabeza. Estaba absorto en sus pensamientos y recuerdos. A cada parada, Pólozov ajustaba sus cuentas, comprobaba el tiempo transcurrido y recompensaba a los postillones, poco o mucho, según su celo. A la mitad del camino, sacó dos naranjas del cesto de las provisiones, eligió la mejor y ofreció la otra a Sanin. Este miró fijamente a su compañero de viaje, y de pronto prorrumpió en carcajadas.

—¿De qué te ríes? —preguntó Pólozov, mondando con esmero su naranja, valiéndose de sus uñas blancas y cortas.

—¿De qué? —repitió Sanin —De este viaje que hacemos juntos.

—¡Bueno! ¿Y qué? —insistió Pólozov, metiéndose en la boca una buena porción de la naranja.

—¿No es extraño todo esto? Ayer, lo confieso, lo mismo me acordaba de ti que del emperador de China; hoy marcho contigo a vender mis tierras a tu mujer, a quien no conozco ni poco ni mucho.

—Todo sucede en la vida. —respondió Pólozov —Conforme tengas más años, verás otras muchas cosas. Por ejemplo: ¿me imaginas en una formación? Pues he estado; iba a caballo, y, de pronto, el gran príncipe Mijail Pávlovich ordena: «¡Al trote! ¡Ese alférez gordo, al trote! ¡Alargue usted el trote!»

Sanin se rascaba la oreja.

—Dime, si quieres, Hipólito Sídorovich, ¿qué clase de persona es tu mujer? ¿Cómo piensa? Necesito saberlo.

—A él nada le costaba mandar: «¡Al trote!» —continuo Pólozov con súbito arrebato —Pero a mí… ¡a mí…! Entonces me dije: «¡Quédense con sus grados y charreteras…! ¡Al demonio todo esto!» Sí… ¿me hablabas de mi mujer? Pues bien, mi mujer es una mujer como todas las demás. Ya sabes el proverbio: «No le metas los dedos en la boca». Lo esencial es que hables mucho… para que por lo menos haya algo de qué reírse un poco. Oye, cuéntale tus amores…; pero de un modo ridículo, ¿sabes?

—¿Cómo de un modo ridículo?

—¡Pues claro! ¿No me has dicho que estás enamorado y que te quieres casar? Pues bien, ¡cuéntale eso!

Sanin se sintió ofendido.

—¿Qué encuentras en eso de ridículo?

Pólozov giró un poco los ojos por única respuesta; le chorreaba por la barbilla el zumo de la fruta.

—¿Es tu mujer quien te ha enviado a Francfort para hacer compras? —dijo Sanin después de un rato de silencio.

—En persona.

—¿Qué clase de compras?

—¡Caramba, juguetes!

—¿Juguetes? ¿Tienen hijos?

Pólozov retrocedió pasmado.

—¡Vaya una idea! ¿Tener yo hijos? Chucherías de mujer… Adornos… Objetos de tocador…

—¿De modo que tú entiendes de eso?

—Ciertamente.

—¿Pero no me has dicho que no te mezclas para nada en los asuntos de tu mujer?

—No me meto en sus otros negocios; pero en esto… esto marcha por sí solo. No teniendo nada que hacer, ¿por qué no? Y mi mujer se fía de mi gusto; además, sé regatear como se debe.

Pólozov comenzaba a hablar a trompicones: estaba fatigado ya.

—¿Y es muy rica tu mujer?

—Como rica, lo es; pero sobre todo, para sí misma.

—Sin embargo, me parece que no puedes quejarte.

—¿No soy su marido? ¡Pues no faltaría más sino que no me aprovechase de ello! Y le soy muy útil; conmigo todo va en su provecho. ¡Soy muy complaciente!

Pólozov se secó la cara con un pañuelo de seda y resolló fatigosamente. Parecía decir: «Apiádate de mí; no me obligues a pronunciar una palabra más. ¡Ya ves qué trabajo me cuesta!»
Sanin lo dejó en paz y volvió a sumirse en sus meditaciones.

El hotel, delante del cual paró el coche en Wiesbaden, era un verdadero palacio. En el acto empezaron a tocar en el interior algunas campanillas. Todo fue inquietud y movimiento. Elegantes “caballeros” con frac negro se precipitaron hacia la entrada principal. Un portero suizo, galonado de oro, abrió de par en par la portezuela del carruaje. Pólozov bajó de él como un triunfador, y comenzó la tarea de subir la escalera perfumada y cubierta de alfombras. Un criado, también vestido impecablemente, pero de facciones rusas, su ayuda de cámara, se adelantó hacia él. Le anunció Pólozov que en lo sucesivo debería acompañarlo siempre, pues la víspera, en Francfort, habían descuidado llevarle agua caliente para la noche. El rostro del criado expresó una consternación profunda, y se apresuró a agacharse para descalzarle los chanclos a su amo.

—¿Está en casa María Nikoláevna? —preguntó Pólozov.

—Sí, señor… La señora se está vistiendo… Come en casa de la condesa Lasúnskaia.

—¡Ah, en casa de esa…! Espera… Hay unos paquetes en el coche; sácalos y tráelos tú mismo… Y tú, Dmitri Pávlovich, —añadió Pólozov —vete a elegir dormitorio y vuelve dentro de tres cuartos de hora… Comeremos juntos.

Pólozov continuó majestuosamente su camino. Sanin eligió un dormitorio modesto, y después de arreglar el desorden de su tocado y de descansar un rato, se dirigió a las inmensas habitaciones que ocupaba Su Alteza (Durchlaucht), el príncipe von Pólozov.

Encontró a este “príncipe” arrellanado en la más lujosa de las butacas de terciopelo, en medio de un salón espléndido. El flemático amigo de Sanin había tenido tiempo de tomar un baño y ponerse una suntuosa bata de raso; le cubría la cabeza un fez(1) de color frambuesa. Sanin se aproximó a él y lo estuvo contemplando durante algún tiempo. Pólozov permaneció inmóvil como un ídolo; ni siquiera dirigió la cara hacia su lado, no pestañeó, no emitió ningún sonido: aquello era verdaderamente un espectáculo lleno de solemnidad. Después de haberlo admirado durante unos dos minutos, iba Sanin a hablar, a romper aquel impresionante silencio, cuando de pronto se abrió la puerta de la estancia inmediata y apareció en el umbral una señora joven y hermosa, vestida de seda blanca con encajes negros y diamantes en los brazos y en el cuello: era María Nikoláevna en persona. Sus espesos cabellos rubios le caían a ambos lados de la cabeza, trenzados, pero sin recoger.

(1) Fez: Gorro de fieltro rojo y de forma de cubilete, usado especialmente por los moros, y hasta 1925 por los turcos.

DACHA EN EXPO TÉ. CHAEPÍTIE: LA FIESTA DEL TÉ RUSO

domingo, septiembre 29th, 2013

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Terminada la Expo Té, el resultado fue más que positivo. Cansadas, Silvia Ramos y yo pero contentas, sobre todo por el factor humano, por la gente que conocimos, de distintos ámbitos, de distintas provincias, con diversas actividades y formas de expresión de las propias pasiones.

Vuelta a casa y, como los hijos nos dan sorpresas, descubro que mi príncipe, Kolya, grabó mi disertación en la Expo Té. El audio es bastante pobre, porque está grabada con un celular pero, prestando atención, se entiende. Para los que tenían ganas de estar pero no pudieron, aquí va, con 2 Fe de erratas: cuando digo 60 años después, son 30 AÑOS DESPUÉS; cuando digo 5 a 10 minutos, son 5 a 10 SEGUNDOS. Aclarado esto, que es lo más grosso, me quedo tranquila.
Para escuchar el audio del enlace que aquí abajo les pego, recuerden anular la música de la página, haciendo click donde dice AUDIO OFF, en el margen superior izquierdo de la pantalla.

ANNA KARENINA – SEXTA PARTE – CAPÍTULOS 23 Y 24

sábado, julio 13th, 2013

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ANNA KARENINA – LEV TOLSTOY
SEXTA PARTE – Capítulo 23

Iba ya a meterse en la cama, cuando entró Anna, en camisón.

Durante el día, en varias ocasiones, había intentado hablar a Dolly de sus cosas íntimas, sobre las cuales quería su opinión y, cada vez, después de pocas palabras, se había interrumpido. «Luego, cuando nos quedemos solas, hablaremos… ¡Tenemos que decimos tantas cosas!»

Ahora se hallaban solas y Anna no sabía de qué hablar. Estaba sentada cerca de la ventana, mirando a Dolly y repasaba mentalmente aquellas reservas de conversaciones cordiales, íntimas, que antes le habían parecido inagotables y no encontraba nada. En este momento le parecía que todo lo que tenían que hablar se lo habían ya dicho.

–¿Y cómo está Kitty? –preguntó, por fin, tras un suspiro profundo y mirando a Dolly con aire culpable. Y en seguida, precipitadamente, reflejando una gran ansiedad,añadió: –Dime la verdad. ¿No está enfadada conmigo?

–¿Enfadada? No. –contestó Daria Alejandrovna.

–No está enfadada, pero me desprecia.

–¡Oh, no! Pero ya sabes que en estos casos no se perdona.

–Sí, sí –suspiró Anna volviendo el rostro y mirando a la ventana– Pero no es mía la culpa. –siguió– ¿Y quién tiene la culpa? ¿Qué significa tener la culpa? ¿Cómo podía pasar de otro modo?… Pues, ¿qué piensas? Por ejemplo, ¿acaso podía ocurrir que tú no hubieses sido la mujer de Stiva?

–De verdad, no lo sé… Pero dime…

–Sí, sí. No hemos acabado de hablar de Kitty. ¿Es feliz? Dicen que él es un hombre excelente.

–¡Oh! Es poco decir «es un hombre excelente»: no conozco un hombre mejor que él.

–¡Ah! ¡Cuánto me alegra lo que dices! No sabes lo que me satisface, Dolly. «Es poco decir que es un hombre excelente» –repitió.

Dolly sonrió.

–Pero hablemos de ti. ––dijo– Has de tener como castigo una larga y quizá enojosa conversación conmigo. He hablado con… con…

Dolly no sabía cómo nombrar a Vronsky, porque tan desagradable le era llamarle Conde como Alexis Kirilovich llanamente.

–Con Alexis. –le apuntó Anna– Ya sé que habéis hablado. Pero yo quisiera preguntarte qué te parece mi vida.

–¿Cómo podré decirlo así, de una vez? No sé…

–No, dímelo, a pesar de todo… Ya ves mi vida. Pero no olvides que nos ves viviendo durante el verano y no estamos solos. Nosotros llegarnos aquí cuando apenas comenzaba la primavera y vivimos solos y solos volveremos a vivir, luego, porque no aspiro a nada mejor que esto. Pero imagínate que vivo sola, sin él, lo cual sucederá. Veo, por todos, los indicios de que se va a repetir a menudo, que la mitad del tiempo se lo va a pasar fuera de casa. –dijo Anna, levantándose y sentándose más cerca de su cuñada– Naturalmente, –siguió, interrumpiendo a Dolly que quiso replicarle– naturalmente, yo no lo retendré por la fuerza. Y no lo retengo. ¿Que hay carreras en las cuales toman parte sus caballos…? Pues tendrá que asistir. Ello me satisface, pero pienso en mí… Pienso en mí, en mi situación… Pero, ¿por qué te hablo de todo esto? –y, sonriendo, le preguntó: –¿De qué te habló, pues, Alexis?

–Me habló de lo mismo que yo quería hablarte y por esto me es fácil ser su abogado. De si hay alguna posibilidad, de si es posible… –Daria Alejandrovna se paró, buscando las palabras– de si cabe arreglar mejor tu situación… Ya sabes cómo considero las cosas… Pero de todos modos, si es posible, hay que casarse…

–Es decir, ¿el divorcio? –––dijo Anna– ¿Sabes que la única mujer que vino a verme en San Petersburgo fue Betsy Tverskaya? ¿La conoces? Au fond c’est la femme la plus dépravée qui existe. Estaba en relaciones con Tuschkevich, más que nada por placer de engañar a su marido. Y ella me dijo que no volvería a verme más hasta que mi situación estuviera regularizada. ¡Ella me dijo eso! No pienses que te comparo. Te conozco, querida Dolly. Pero, involuntariamente, he recordado… Entonces, ¿qué te ha dicho Alexis? – insistió.

–Ha dicho que sufre por ti y por él… Puede ser que digas que esto es egoísmo pero ¡es un egoísmo tan legítimo, tan noble! Antes que nada, quiere legalizar a su hija y ser tu marido, tener sus derechos sobre ti.

–¿Qué esposa puede ser esclava hasta el grado en que lo soy yo por mi situación? –le interrumpió Anna sombríamente.

–Y lo que quiere sobre todo es que tú dejes de sufrir.

–Esto es imposible… ¿Y qué más?

–Pues lo más legitimo: quiere que vuestros hijos lleven su nombre.

–¿Qué hijos? ––dijo Anna, sin mirar a Dolly y frunciendo los ojos.

–Anny y los que vengan.

–Por lo que se refiere a lo último, puede estar tranquilo: no tendré más hijos.

–¿Cómo lo puedes decir?

–No tendré hijos porque no quiero.

A pesar de su agitación, Anna no pudo menos de sonreír al ver las expresiones ingenuas de sorpresa, interés y espanto que se dibujaron sucesivamente en el rostro de Dolly.

–El doctor me dijo, después de mi enfermedad…

–¡No puede ser! ––exclamó Dolly con los ojos desmesuradamente abiertos.

Para ella, aquél era uno de esos descubrimientos cuyos efectos y consecuencias son tan enormes que en el primer momento nos dejan anonadados, sintiendo solamente que es imposible comprenderlos bien y que será preciso pensar en ellos detenidamente.

Este descubrimiento, que le explicaba de súbito lo que hasta entonces le había resultado incomprensible, cómo en muchas familias había sólo uno o dos niños, despertó en ella tantos pensamientos, ideas y sentimientos contrapuestos que, de momento, no pudo decir nada a Anna y sí mirarla con sus grandes ojos abiertos enormemente, con una expresión de profunda extrañeza.

Era eso mismo que ella había deseado pero ahora, al enterarse de cómo era posible, estaba horrorizada. Sentía que era una solución demasiado sencilla para una cuestión tan complicada.

–Nest–ce pas immoral? –pudo decir, al fin, después de un largo silencio.

–¿Por qué? Piensa que tengo para escoger dos cosas: o estar embarazada, es decir, como enferma inútil o ser la amiga, la compañera de mi marido –dijo Anna pronunciando las últimas palabras en tono intencionadamente superficial y ligero.

«Sí, está claro, está claro», se decía Daria Alejandrovna.

Eran los mismos argumentos que ella se había hecho pero ahora no encontraba en ellos ninguna persuasión.

–Para ti, para otras, puede haber dudas aún, pero para mí… –dijo Anna, adivinando los pensamientos de Dolly– ¿No comprendes? No soy su esposa, me ama, sí y me amará… mientras me ame. ¿Y cómo podré retener su amor? ¿Con esto? –y Anna adelantó sus blancos brazos ante su vientre.

Con la rapidez extraordinaria con que sucede en los momentos de emoción, los pensamientos y recuerdos pasaban en torbellino por la mente de Daria Alejandrovna.

«Yo», pensaba, «no atraía a Stiva y, claro, se fue con otra y, asimismo, como aquella primera mujer con quien me traicionó no supo retenerlo y estar siempre hermosa y alegre, la dejó y tomó otra. ¿Y es posible que Anna pueda atraer y retener con esto al conde Vronsky? Desde luego, si él busca esto, encontrará maneras y vestidos más atractivos y alegres; y por blancos, por magníficos que sean sus brazos desnudos, por hermoso que sea su cuerpo, su rostro animado bajo la negra cabellera, él encontrará siempre algo mejor, como lo busca y encuentra mi marido, mi repugnante, miserable y querido marido».

Dolly no contestó y suspiró profundamente.

Anna advirtió que suspiraba y se afirmó en su idea de que Dolly, aun estando conforme con sus argumentos, no aprobaría su decisión.

–Dices que esto no está bien. ––continuó, creyendo que lo que iba a exponer era tan firme que no admitía réplica alguna– Hay que reflexionar, que pensar en mi situación. ¿Cómo puedo desear niños? No hablo de los sufrimientos, que no los temo. Pero pienso, «¿qué serán mis hijos?». Unos desgraciados que llevarán un apellido ajeno. Por su estado ilegal, serán puestos en trance de tener que avergonzarse de su madre, de su padre, y hasta de haber nacido…

–Pero precisamente por esto –insinuó Dolly– te es conveniente, necesario, el divorcio y vuestro casamiento.

Anna no la escuchaba: pensaba exponerle los mismos argumentos con que tantas veces había querido persuadirse a sí misma.

–¿Para qué me servirá la razón, si no la empleo en no traer desgraciados al mundo?

Miró a Dolly y, sin esperar contestación, continuó:

–Me sentiría siempre culpable ante estas criaturas desdichadas. Si no vienen al mundo no hay desventura, pero si naciesen y fuesen desgraciados, solamente yo sería la culpable.

También estos argumentos se los había hecho Dolly a sí misma; y, no obstante, ahora no los entendía. «¿Cómo se puede ser culpable ante seres que no existen?», pensaba. De repente, le acudió este pensamiento:

«¿Podría haber sido mejor en algún sentido, para mi querido Grisha, que no hubiese venido al mundo?»

Esto le pareció tan extraño, tan terrible, que sacudió su cabeza para disipar la confusión de sus pensamientos.

–No sé… No lo sé… Esto no está bien –sólo pudo decir Dolly, con expresión de repugnancia en su rostro.

–Sí… Pero no olvides lo principal: que ahora no me encuentro en la misma situación que tú. Para ti la cuestión es «si quieres todavía tener hijos», para mí es « si me está permitido tenerlos». Hay, pues, entre ambos casos, una gran diferencia. Yo, comprenderás, que en mi situación, no puedo desearlos.

Daria Alejandrovna no replicó. Comprendió, de repente, que se encontraba ya tan alejada de Anna, que entre ellas existían cuestiones sobre las cuales no se pondrían nunca de acuerdo, que era mejor no hablar más.

SEXTA PARTE – Capítulo 24

–Por esto es aún más necesario normalizar tu situación si es posible –insistió Dolly.

–Sí… Sí es posible… –dijo Anna en un tono completamente distinto, suave y tristemente.

–¿Es acaso imposible el divorcio? Me han dicho que tu marido consiente.

–Dolly, no quiero hablar de esto.

–Bien, no hablemos. –se apresuró a decir Daria Alejandrovna, al ver la expresión de sufrimiento del rostro de Anna– Veo –añadió– que tomas las cosas demasiado sombríamente.

–¿Yo? Nada de eso. Estoy muy alegre… muy contenta… Ya lo has visto. Je fais même des passions. Veselovsky.

–Sí. Y, si he de decirte la verdad, no me gusta el tono de ese hombre. –dijo Daria Alejandrovna, queriendo cambiar de conversación.

–¡ Bah! Nada. Esto hace cosquillas a Alexis y nada más… Él es un chiquillo y lo tengo absolutamente en mis manos. ¿Sabes? Hago de él lo que quiero. Es igual que tu Grisha…

De repente, Anna volvió al tema del divorcio:

–¡Dolly! Dices que me tomo las cosas demasiado sombríamente… No puedes comprender… Es demasiado terrible… Lo que hago es esforzarme en no ver nada.

–Pues a mí me parece que es preciso mirar. Hay que hacer todo lo que sea posible.

–Pero, ¿qué es posible?… Nada… Dices «debes casarte con Alexis» y que yo no pienso en esto. ¡Que yo no pienso en esto! –repitió Anna. La emoción coloreó sus mejillas. Se levantó, enderezó el busto, suspiró profundamente y se puso a pasear por la habitación, deteniéndose de cuando en cuando. –¿Qué yo no pienso? No hay ni un día ni una hora que no piense en ello. Y me irrito contra mí misma al pensarlo, porque estos pensamientos pueden volverme loca. ¡Volverme loca! –repitió Anna exaltadamente –Cuando lo pienso, ya no puedo dormir sin morfina… Pero está bien: hablemos de ello con la mayor tranquilidad posible. Me dicen «el divorcio». Primero, él no accederá. «Él» está ahora bajo la influencia de la condesa Lidia Ivanovna.

Recostada sobre el respaldo de la silla, Daria Alejandrovna seguía, volviendo la cabeza y con la mirada, los movimientos de Anna con ojos llenos de comprensión.

–Hay que probar –––dijo con voz débil.

–Supongamos que hemos probado. –siguió Anna– ¿Qué significa esto? –––dijo, repitiendo una idea sobre la cual había, evidentemente, meditado mil veces y que se sabía de memoria– Esto significa que yo, aunque lo odio, reconozco, no obstante, mi culpa, que lo considero un hombre generoso y debo rebajarme para escribirle… Supongamos que, haciendo un esfuerzo, me decido a hacerlo. O bien recibiré una contestación humillante o su consentimiento… Pues bien, he recibido su consentimiento…

Anna estaba en este momento en el rincón más lejano de la habitación y se había detenido allí jugando distraídamente con la cortina.

–Hemos supuesto que recibo el consentimiento. ¿Y mi hijo? No me lo darán. Y crecerá, despreciándome, en la casa de su padre, al cual he abandonado. ¿Comprendes que quiero a dos seres, a Sergio y a Alexis igualmente, más que a mí misma?

Anna volvió al centro de la habitación y se paró ante Dolly, oprimiéndose el pecho con las manos.

Dentro del blanco salto de cama su figura resaltaba particularmente alta y ancha. Bajó la cabeza y, con los ojos brillantes de lágrimas, miraba de arriba abajo la figura pequeña, delgadita, miserable, de Dolly, que se encontraba ante ella con su blusita escocesa y su cofia de dormir, temblorosa toda de emoción.

–Amo sólo a estos dos seres –siguió– y uno de ellos excluye al otro. No puedo unirlos y esto es lo único que necesito. Y si no lo tengo, todo me da igual. Todo, todo, me da igual… Se terminará de uno u otro modo pero de esto no quiero ni hablar. Así que no me reproches nada, no me critiques. Con tu pureza no puedes comprender lo que sufro…

Anna se acercó a Dolly, se sentó a su lado y, mirándola con ojos que expresaban un hondo sufrimiento, un inmenso pesar por su culpa, tomó la mano de su cuñada.

–¿Qué piensas? ¿Qué piensas de mí? No me desprecies… No merezco desprecio… Soy muy desgraciada. Si hay en el mundo un ser desgraciado, ése soy yo –dijo y, volviendo el rostro, lloró amargamente.

Cuando Dolly se quedó sola, rezó sus oraciones y se metió en la cama.

Mientras había oído hablar a Anna, la había compadecido con toda su alma; pero ahora le era imposible pensar en ella: los recuerdos de su casa, de sus hijos, se presentaron en su imaginación con un nuevo encanto, con una luz nueva y radiante.

Aquel mundo suyo le pareció ahora tan querido, que se propuso no pasar por nada fuera de él ni un día más y decidió partir al siguiente, sin falta.

Mientras tanto, Anna había vuelto a su habitación, cogió una copita, vertió en ella algunas gotas de una medicina cuya parte principal era morfina y, habiéndola bebido, se sentó y permaneció así inmóvil algún tiempo y se dirigió a la cama con el ánimo calmado y alegre.

Cuando entró en el dormitorio, Vronsky la miró atentamente, buscando en su rostro las huellas de la larga conversación que suponía había tenido con Dolly. Pero en la expresión del rostro de Anna, que ocultaba su emoción, no encontró nada fuera de su belleza que, aunque acostumbrada, ofrecía siempre un nuevo atractivo para él. Fuese simplemente por quedar admirado, absorto, ante la belleza de su amada o porque ésta despertara en él deseos que absorbieron sus pensamientos, Vronsky nada preguntó. Esperó a que ella misma le hablara.

Pero Anna se limitó a decir:

–Estoy muy contenta de que te haya agradado Dolly… ¿No es verdad?

–La conozco desde hace mucho tiempo. Parece que es muy buena, mais excessivement terre–à–terre. De todos modos, me place mucho que haya venido.

Tomó la mano de Anna y la miró interrogativamente a los ojos.

Anna, interpretando en otro sentido esta mirada, le sonrió.

A la mañana siguiente, no obstante los ruegos de los dueños de la casa, Daria Alejandrovna partió.

Con su caftán ya viejo, su gorra parecida a las de los cocheros de alquiler, sobre los desaparejados caballos enganchados al landolé de aletas remendadas, con aire sombrío, llegó Filip, de mañana, a la entrada cubierta de arena, de la casa de los Vronsky.
La despedida de la princesa Bárbara y los hombres resultó a Daria Alejandrovna desagradable.

Después de haber pasado juntos un día, tanto ella como ellos sentían claramente que no se comprendían, no congeniaban y que lo mejor para unos y otros era mantenerse alejados.

Sólo Anna estaba triste.

Sabía que ahora, tras la marcha de Dolly, nunca más iban a despertar en su alma, la emoción, la alegría que había despertado en ella la llegada de aquella amiga. Había sido doloroso remover ciertos sentimientos pero, de todos modos, Anna sabía que éstos eran la mejor parte de su alma y que rápidamente se cubriría con los sufrimientos, el pesar, la tristeza, de aquella vida de lucha que llevaba.

Al salir al campo, Daria Alejandrovna experimentó en su alma una agradable sensación de alivio. Sentía deseos de preguntar si les había gustado la estancia en la casa de Vronsky, cuando, de repente, el cochero Filip, dijo, hablando el primero:

–Son ricos, pero sólo nos dieron tres medidas de avena… Los caballos se la habían comido ya antes de que despertaran los gallos. ¡Claro! Con tres medidas no hay para nada… Hoy día, la avena la venden los guardas por cuarenta y cinco copecks solamente. En nuestra casa, a los que vienen de fuera les damos tanta avena cuanta quieren comer los caballos…

–Es un señor muy avaro –––comentó el encargado.

–¿Y sus caballos, te gustaron? –preguntó Dolly.

–Los caballos, a decir verdad, son buenos… Y la comida no es mala… Pero, no sé por qué, me pareció todo muy triste, Daria Alejandrovna… No sé cómo le habrá parecido a usted… –dijo, volviendo a aquélla su rostro bonachón.

–A mí también… ¿Qué, llegaremos para la noche?… Tenemos que llegar.

Al entrar en casa y habiendo encontrado a todos completamente bien y particularmente afectuosos y alegres, Daria Alejandrovna, con gran animación, contó todo su viaje: lo bien que la habían recibido; el lujo y buen gusto de la vida de los Vronsky; sus diversiones… Y no dejó que hiciera nadie la menor observación contra ellos.

–Hay que conocer a Anna y a Vronsky. Ahora los he conocido bien y sé cuán amables y buenos son –decía Dolly, sinceramente, olvidando aquel sentimiento indefinido de disgusto y malestar que había experimentado cuando estaba allí.

ANNA KARENINA – SEXTA PARTE – CAPÍTULOS 19 Y 20

jueves, julio 11th, 2013

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ANNA KARENINA – LEV TOLSTOY
SEXTA PARTE – Capítulo 19

Al quedarse sola, Daria Alejandrovna examinó detenidamente la habitación. Tanto ésta como todas las demás de la casa que había visto daban la impresión de abundancia y de un lujo del cual sólo sabía algo Dolly por las novelas inglesas, pues nunca lo había visto tal, no ya en el campo, sino en ningún otro lugar de Rusia. Todo era nuevo allí, empezando por los papeles pintados y el tapiz que cubrían las paredes. La cama tenía muelles, colchón y una cabecera especial. Por almohadas había pequeños cojines con finísimas fundas. El lavabo era de mármol y había también, en la habitación, tocador, sofá, mesillas de noche, mesas y mesitas, un reloj de bronce sobre la chimenea, visillos y cortinas, todo nuevo, lujoso, muy caro.

La doncella, muy presumida, que vino a ofrecerle sus servicios, estaba peinada y vestida a la moda y con mayor lujo que la misma Dolly. Su cortesía, limpieza y buena disposición para servirle le eran agradables pero a Daria Alejandrovna le molestaba su presencia, pues le producía vergüenza que le viera la blusita remendada que había tenido la mala ocurrencia de ponerse para el viaje. Dolly se avergonzaba ahora de los mismos remiendos y zurcidos por los cuales se vanagloriaba en su casa de buena administradora, que calculaba que para 6 prendas de vestir necesitaba veinticinco arshinas (1) de batista, que, a sesenta y cinco copecks, costaban más de quince rublos, aparte de los adornos y el trabajo y guardaba este dinero para otras necesidades.

Daria Alejandrovna se sintió muy aliviada de esta molestia cuando entró en la habitación su antigua conocida, Anuchka, diciendo que a la presumida doncella la llamaba su señora y que ella se quedaría allí para sustituirla.

Anuchka parecía sentirse feliz de la llegada de Daria Alejandrovna y charlaba sin cesar. Dolly observó que la sirvienta ardía en deseos de dar su opinión respecto a la situación de su señora y, sobre todo, referente al amor del Conde por Anna Arkadievna y varias veces inició ese tema. Pero Dolly la cortaba, sin vacilar, en seguida.

–He crecido al lado de Anna Arkadievna; ella es para mí lo más caro del mundo… No somos nosotros quienes debemos juzgar… Pero amar, sí que parece que la ama.

–Entrega esto para lavar, si es posible –atajó Daria Alejandrovna.

–Sí, señora. Toda la ropa se lava con máquina y para los pequeños lavados tenemos dedicadas dos mujeres… El Conde mismo lo vigila todo… Es un marido…

La entrada de Anna puso fin a las expansiones de Anuchka, con gran satisfacción de Daria Alejandrovna.

Anna se había puesto un vestido sencillo de batista que Dolly examinó con admiración. Sabía lo que significaba en cuanto a dinero aquella sencillez.

–Tu antigua conocida –dijo Anna a Dolly, señalando a Anuchka.

Anna ahora ya no se turbaba, estaba completamente tranquila. Dolly veía que se había repuesto de la impresión que le produjo su llegada y se expresaba en aquel tono superficial, indiferente, con el cual creía cerrar el sagrario de sus sentimientos y de sus pensamientos más íntimos y queridos.

– ¿Y cómo va tu pequeña, Anna? –preguntó Dolly.

–¿Any? –así llamaba Anna a su hija– Está bien. Se ha puesto mucho mejor. ¿Quieres verla? Vamos y la verás. Hemos tenido muchos contratiempos con las niñeras. Ahora tenemos una buena ama –una italiana–. Muy buena, sí, pero, ¡tan tonta! que quisimos volver a mandarla a su país, pero la niña está tan acostumbrada a ella que hemos desistido de hacerlo.

–¿Y cómo lo habéis arreglado… ?

Dolly iba a hablar respecto al apellido de la niña pero, al ver que se ensombrecía el rostro de Anna, cambió el sentido de la pregunta.

–¿Cómo lo habéis arreglado para separarla del pecho? –dijo.

–Has querido preguntar otra cosa, ¿no? –dijo Anna, frunciendo el ceño de modo que de sus ojos no se le veían más que las pestañas pintadas– Has querido preguntar por su apellido, ¿verdad? Esto atormenta a Alexis. Ella no tiene apellido. Es decir, tiene uno: Karenina. De todos modos, –siguió, esclarecido ya el rostro––– de esto ya hablaremos luego. Vamos a que veas a la pequeña. Verás qué linda está. Ya anda a gatas.

El lujo que tanto admiraba a Daria Alejandrovna lo advirtió aún más en esta habitación. Allí había cochecitos que habían hecho enviar de Inglaterra, diversos aparatos para enseñar a andar, un diván especial, mecedoras y bañeras. Todo muy moderno, nuevo, inglés, sólido, excelente y costoso. La habitación era grande, muy alta y clara.

Cuando ellas entraron, la niña, vestida solamente con camisetita, estaba sentada en una pequeña butaca cerca de la mesa y tomaba su caldo, con el que se manchaba profusamente. A su lado se veía a una muchacha rusa que le daba de comer, comiendo ella al mismo tiempo y que estaba destinada exclusivamente a la habitación de la niña.

Ni la nodriza ni el aya estaban allí. Las dos se encontraban en la habitación contigua, de donde llegaba el eco de una conversación, sostenida en un francés sui generis, en el cual sólo ellas podían expresarse y comprenderse.

Al oír la voz de Anna, la inglesa, bien vestida, alta, de rostro desagradable, peinada con bucles, entró precipitadamente. Se apresuró a disculparse ante Anna, a pesar de que ésta no le había hecho observación alguna y a cada palabra de su señora, repetía: Yes, yes, my lady.

La niña tenía cejas y cabellos negros, rostro colorado, con su cuerpecito fuerte, rojizo como la piel de una gallina. No obstante el gesto ceñudo con que las miró al entrar, la pequeña gustó a Daria Alejandrovna y hasta envidió su aspecto sano. Le gustó también la manera cómo se arrastraba. Ninguno de sus niños – comparó– se arrastraron de aquella manera. Cuando se la ponía sobre la alfombra y se la sostenía cogiéndola por detrás de su vestidito, estaba verdaderamente encantadora. Mirando a Dolly y a su madre, con el vivo mirar de sus ojos negros y grandes, sonriente, visiblemente contenta (sin duda intuía que estaban admirándola), caminaba por el suelo gateando, con sus piernecitas muy abiertas y apoyada, también, en sus bracitos. Lo hacía sin dificultad, moviendo ágilmente y con rapidez sus miembros y todo su cuerpo robusto.

Pero la forma de criar y educar a la niña no gustaron a Daria Alejandrovna y menos aún le gustó la inglesa que cuidaba de ella. Lo único que explicaba que Anna, tan conocedora de la gente, pudiera tener para su niña un aya tan antipática y poco respetable, era que ninguna buena aya habría querido entrar en una familia tan irregular como aquella.

Daria comprendió, también, que Anna, la nodriza, la niñera y la niña no estaban acostumbradas las unas a las otras, que las visitas de la madre debían de ser poco corrientes.

Anna quiso dar a la niña un juguete y no lo encontró.

Lo que más extrañó a Dolly fue que, al preguntar cuántos dientes tenía la niña, la madre no lo supo decir, pues no estaba enterada de los dos dientes que le habían salido últimamente.

–A veces tengo la impresión de que aquí sobra mi presencia. ––dijo Anna saliendo de la habitación y levantando la cola de su vestido para no tocar los juguetes que había al lado de la puerta– No estaba así con mi primer niño…

–Y yo pensaba que sería lo contrario –comentó, tímidamente, Dolly.

–¡Oh, no! ¿Sabes? Vi a Sergio. –dijo Anna entornando los ojos como si viera en su interior algo lejano -De esto hablaremos también después. –siguió– Bueno, no vayas a creer… No parezco yo misma. Estoy como una hambrienta a la cual pusieran ante una comida abundante y no supiera por dónde empezar. La comida abundante eres tú y las conversaciones que hemos de cambiar y que no puedo tener con nadie. Pues bien:

no sé por cuál empezar. Mais je ne vous ferai grâce de rien. Habrás de escuchármelo todo. ¡Ah! Además, debo hacerte un bosquejo de la sociedad que encontrarás aquí. Verás. Empecemos por las señoras. La princesa Bárbara. La conoces y sé la opinión que tenéis de ella tú y Stiva. Tu marido dice que toda su vida se reduce a demostrar su superioridad sobre la tía Katerina Paulovna. Esto es la pura verdad. Pero es buena y le estoy agradecida. En San Petersburgo hubo un momento en que yo necesité una chaperona. En aquel instante llegó ella. Pero te aseguro que es buena. Facilitó mucho mi situación allí, en San Petersburgo. Aquí estoy tranquila, soy completamente feliz. De esto hablaremos también luego. Pero volvamos a nuestros huéspedes. ¿Conoces a Sviajsky? Es el representante de la Nobleza de la provincia y un hombre muy digno, aunque creo que necesita algo de Alexis. Comprenderás que, dada su fortuna y viviendo aquí, Alexis puede tener mucha influencia. Luego tenemos a Tuchkevich. Ya lo has visto. Estaba con Betsy; ahora lo han dejado y se han venido aquí. Como dice Alexis, Tuchkevich es uno de esos hombres que son agradables si se les toma por lo que ellos quieren aparentar. Et puis, il est comme il faut, como dice la princesa Bárbara. Tenemos, también, a Veselovsky. A éste ya lo conoces. Es un chico muy agradable. –y una sonrisa picaresca frunció los labios de Anna– ¿Qué historia rara tuvo con Levin? Él nos ha contado algo, pero no le creemos. Il est très gentil et naif –añadió con la misma sonrisa– Los hombres –siguió Anna– necesitan distracciones y Alexis no puede vivir sin tener gente a su lado y por eso tenemos esta sociedad. Es preciso que haya en la casa animación y alegría para que Alexis no desee algo nuevo. Luego verás al encargado de los negocios de Alexis, un alemán, un hombre muy bueno que conoce bien el asunto.

Él lo aprecia mucho. Luego el médico, un hombre joven. No es completamente nihilista; pero, ¿sabes?, es de los que andan en el asunto. Ahora, es un médico excelente. Luego viene el arquitecto… Une petite coeur.

(1) Arshín: unidad de medida básica rusa, obsoleta, usada desde el S. XVI, equivalente a aproximadamente 70 cm.

SEXTA PARTE – Capítulo 20

–Aquí tiene, Princesa, a Dolly, a la que tanto quería usted ver –dijo Anna, saliendo, junto con Daria Alejandrovna, a la gran terraza de piedra donde, sentada ante el bastidor, bordando un antimacasar para el conde Alexis Kirilovich, estaba la princesa Bárbara.
–Dice –añadió Anna– que no quiere tomar nada antes de la comida, pero usted ordenará que sirvan el desayuno. Mientras, yo voy a buscar a Alexis y los traeré a todos aquí.

La princesa Bárbara acogió a Dolly cariñosamente y, con tono algo protector, se puso a explicarle en seguida que vivía en la casa de Anna porque ésta la amaba, de siempre, más que a su hermana, Katerina Paulovna, que la había educado. Ahora, cuando todos habían abandonado a Anna, ella había considerado un deber ayudarla en este período transitorio, el más penoso de su vida.

–Cuando se ultime el divorcio, volveré de nuevo a mi sociedad pero ahora, mientras pueda ser útil, cumpliré mi obligación por más penoso que pueda ser y no haré como hacen los demás. ¡Y qué buena eres! ¡Qué bien has hecho viniendo! Ellos viven como los mejores esposos. Dios los juzgará. No vamos a juzgarlos nosotros. ¿Y Birinsovsky con Aveneva? ¿Y el mismo Nicandrov? ¿Y Vasiliev y Mamonova? ¿Y Lisa Neptunova? De ellos nadie dijo nada y todos los recibían. Y, además, c’est un interieur si joli, si comme il faut. Tout à fait à l’anglaise. On se réunit au matin au breakfast, et puis on se sépare. Todos hacen lo que quieren hasta la cena. La cena es a las siete. Stiva ha hecho bien en dejarte venir. Es preciso que mantenga relaciones con ellos. ¿Sabes? Por medio de su madre y hermano, puede hacer mucho. Además, ellos hacen muy buenas obras. ¿No te han hablado de su hospital? Será admirable. Todo viene de París.

La conversación fue interrumpida por Anna, que encontró a los hombres de la casa en la sala de billar y ahora volvía con ellos. Hasta la comida aún faltaban dos horas y se dedicaron a buscar un medio de pasar aquel tiempo. El día era hermoso y en Vosdvijenskoie había muchos modos de distraerse, todos distintos de los que estaban en uso en Pokrovskoie.

–¿Una partida de tenis? –propuso, con su bella sonrisa, Veselovsky– Nosotros dos jugaremos de compañeros, Anna Arkadievna.

–No. Hace calor. Sería mejor pasear por el jardín o dar un paseo en la barca para enseñar las orillas a Daria Alejandrovna –indicó Vronsky.

–Estoy conforme con todo –aprobó Sviajsky.

–Pienso que para Dolly lo más agradable sería pasear por el jardín, ¿no es verdad? Luego ya iremos en la barca –––dijo Anna.

Se decidieron por esto último.

Veselovsky y Tuchkevich se dirigieron a la caseta de baños, prometiendo preparar la barca y esperarlos allí.

En parejas –Anna con Sviajsky y Dolly con Vronsky– pasearon por la avenida del jardín.

Dolly estaba algo cohibida y preocupada por aquel ambiente completamente nuevo para ella. En principio, teóricamente, no ya justificaba sino que hasta aprobaba lo hecho por Anna. Como sucede a menudo a las mujeres, aun a las completamente honradas y a las más virtuosas, cansadas de la vida normal, Dolly, no solamente perdonaba el amor culpable sino que hasta lo envidiaba. Pero, en realidad, en aquel medio que le era extraño, entre aquella refinada elegancia, desconocida para ella, Daria Alejandrovna se sentía a disgusto. Sobre todo le era desagradable ver a la princesa Bárbara, que lo perdonaba todo con tal de disfrutar de las comodidades de que gozaba.

En general, Dolly aprobaba, como decimos, lo hecho por Anna pero ver al hombre que había sido la causa de todo, le producía un sentimiento de malestar.

Además, Vronsky nunca le había gustado. Lo consideraba un orgulloso que no tenía nada de qué enorgullecerse como no fuera de su capital. Pero, contra su voluntad, aquí, en su propia casa, se imponía aún más que antes a ella y Dolly se sentía a su lado cohibida, privada de libertad.

Con Vronsky experimentaba un sentimiento parecido a lo que sentía ante la camarera a causa de su blusita vieja. No era que se avergonzara ante la doncella pero le molestaba que ésta advirtiera sus remiendos.

Tampoco con Vronsky se avergonzaba, pero se sentía molesta por ella misma.

Ahora, confusa, buscaba un tema de conversación. A pesar de que consideraba que a causa de su orgullo habrían de serle desagradables los elogios de su casa y del jardín, no encontrando otro tema mejor, le dijo que le había gustado la casa.

–Sí, es una bonita construcción, de buena arquitectura antigua –dijo Vronsky satisfecho por la alabanza.

–Me ha gustado, también, mucho el jardín. ¿Estaba antes así, delante de la casa? –continuó Daria Alejandrovna.

–¡Oh, no! –contestó Alexis. Su rostro se iluminó de placer –¡Si hubiese usted visto esto en primavera! –indicó.

Luego atrajo su atención sobre los diferentes detalles que adornaban la casa y el jardín.
Hablaba y mostraba aquello con verdadera emoción. Se adivinaba que, habiendo consagrado mucho trabajo, tiempo y dinero a arreglar y adornar su finca, Vronsky sentía necesidad de hablar de ello, y que le alegraban el alma las alabanzas que Daria Alejandrovna le prodigaba.

-Si quiere ver el hospital y no está usted cansada… No está lejos… ¿Vamos? –propuso tras mirar el rostro de Dolly y ver que no denotaba cansancio ni aburrimiento.

Daria Alejandrovna aceptó de buen grado.

–Anna, ¿tú vendrás también? –preguntó Vronsky a Anna.

–Vamos, ¿no? –consultó Anna a Sviajsky– Pero será necesario avisar –añadió– a Veselovsky y Tuchkovich, para que no estén los pobres preparando inútilmente la barca. Es un monumento –dijo a Dolly con aquella astuta sonrisa con la que antes le hablara del hospital.

–¡Oh! Es una obra capital –––comentó Sviajsky.

Y, para que no pareciera que adulaba a Vronsky, en seguida hizo una observación que podía contener una ligera censura.

–Sin embargo, Conde –le dijo– me sorprende que haciendo tanto por el pueblo en sentido sanitario, se muestre tan indiferente por las escuelas.

–C’est devenu tellement commun, les écoles! –replicó Vronsky– Pero no es sólo por este motivo, sino porque me he ido entusiasmando con la idea. Es por aquí –indicó a Daria Alejandrovna, indicándole la salida lateral del paseo.

Las señoras abrieron sus sombrillas y, después de unas cuantas vueltas, salieron a un sendero que corría por el límite de la finca.

Al salir de la puertecilla, Daria Alejandrovna vio ante ella, sobre un altozano, una construcción grande, roja, de forma caprichosa, casi ya terminada, cuyo tejado, de zinc, sin pintar brillaba todavía al sol.

Al lado de aquella construcción ya acabada se estaba levantando otra.

Subidos sobre los andamios, los obreros vertían masa de los cubos, las alisaban con las paletas o ponían ladrillos.

–¡Qué rápidas van las obras! –dijo Sviajsky -Cuando estuve aquí la última vez no había techo todavía.

–En otoño estará terminado. En el interior está ya listo casi todo –explicó Anna.

–Y esta nueva construcción, ¿qué es?

–Son los locales destinados para el médico y la farmacia ––contestó Vronsky.

Al ver al arquitecto, que se acercaba, con su clásico abrigo corto, pidió permiso a las señoras, fue a su encuentro y sostuvo con él una animada conversación.

–Le digo que el frontis resulta demasiado bajo –dijo Vronsky a Anna, que, aproximándose, le preguntaba de qué trataban.

–Ya le dije yo –comentó– que tenían que levantar los cimientos.

–Sí, está claro que habría sido mejor, Anna Arkadievna; pero ya es tarde. No podemos hacer nada.

–Sí, me interesa mucho esta obra. –contestó Anna a Sviajsky, el cual había expresado su sorpresa por sus conocimientos de arquitectura– Hay que obrar de modo que la nueva construcción armonice con la del hospital. Pero ha sido ideada demasiado tarde y empezada sin plan.

Habiendo terminado la conversación con el arquitecto, Vronsky se unió, de nuevo, a las señoras y las acompañó por el interior del hospital.

Aunque, por fuera aún se estaban terminando algunos detalles, como las comisas, y en el piso de abajo pintaban, todavía, en el piso superior casi todo estaba terminado. Subiendo por la ancha escalera de hierro fundido entraron en la primera habitación. Era una pieza de vastas dimensiones. Las paredes estaban pintadas imitando mármol; las enormes ventanas, de cristal, ya estaban puestas. Únicamente el suelo, que debía ir entarimado, estaba aún sin terminar. Los carpinteros, que cepillaban unas tablas, dejaron su trabajo y, quitándose las cintas que sujetaban sus cabellos, saludaron a las señoras.

–Es el recibidor –explicó Vronsky. Aquí habrá un gran pupitre, una mesa, un armario y nada más.

–Vamos aquí. No os acerquéis a la ventana –dijo Anna.

Luego probó si la pintura estaba fresca, y dijo:

–Alexis, esto ya está seco.

Del recibidor pasaron al corredor, donde Vronsky les enseñó la ventilación, que tenía un sistema modernísimo. Desde allí los llevó a ver las bañeras, de mármol; las camas, con magníficos muelles.

Después les fue mostrando una tras otra las diversas salas, la despensa, el ropero, las estufas, de nuevo modelo; las carretillas que, sin producir ruido, habían de llevar por el pasillo los objetos necesarios y muchas otras cosas curiosas. Sviajsky lo apreciaba todo como un buen conocedor en cosas modernas.

Dolly estaba realmente sorprendida de cuanto veía y queriendo comprenderlo todo no cesaba de hacer preguntas, lo que procuraba a Vronsky un visible placer.

–Sí. Me parece que su hospital será el único bien organizado en toda Rusia –dijo Sviajsky.

–¿Y no tendrá usted aquí un departamento de maternidad? –preguntó Dolly– Es tan necesario en un pueblo. –añadió– Cuantas veces yo…

No obstante su cortesía, Vronsky la interrumpió:

–Esto no es una casa de maternidad: es un hospital y está destinado sólo a enfermedades. Eso sí, para todas, excepto las contagiosas. ––explicó luego– ¿Y esto? Mírelo –siguió, haciendo rodar hacia Daria Alejandrovna una butaca que acababa de recibir, para los convalecientes– Mírelo solamente. –insistió. Y se sentó en la butaca y la puso en movimiento– El enfermo –dijo– no puede andar, está débil aún, tiene los pies en cura o simplemente doloridos; pero le es necesario tomar el aire. Pues bien: con esto puede moverse, pasear, dirigirse a donde quiera.

Daria Alejandrovna se interesaba por todo. Todo le gustaba; y más que nada el propio Vronsky, con su animación tan natural a ingenua.

«Sí, es un hombre bueno, simpático», pensaba Dolly, a veces sin escucharlo pero mirándolo, observando la expresión de su rostro. Y mentalmente se ponía en el lugar de Anna y comprendía que ésta hubiera podido enamorarse de él.

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