Para arrancar este invierno de cuarentena, les propongo preparar sus teteras para hacer un viaje en el tiempo e ir leyendo y analizando, juntxs, cada quien en su dacha, esta corta pero importante obra. Todos los sábados publicaré un archivo, en esta página, y trataremos de coronar el ciclo con un chaepítie final vía zoom, para acortar la distancia. Los espero.
Alice Walker nació en Putnam County, Georgia, Estados Unidos, el 9 de febrero de 1944, siendo la pequeña de ocho hermanos en una humilde familia descendiente de esclavos y cherokees. Cuando tenía doce años perdió un ojo jugando a indios y cowboys con sus hermanos, uno de los cuales le disparó con una escopeta de perdigones. Esta experiencia la marcaría de por vida e influiría, como sus orígenes familiares, profundamente en su obra. Debutó en la literatura con el poemario Once en 1968, pero no fue hasta la publicación de la novela epistolar El color púrpura (1982; Premio Pulitzer y National Book Award 1983) que se consagró como escritora. Además de poeta, narradora y ensayista, Walker destaca por su activismo en favor de los derechos de las mujeres, las minorías étnicas y la liberación sexual.
«El color púrpura» es la historia de dos hermanas: Nettie, que ejerce como misionera en África, y Celie, que vive en el Sur de Estados Unidos, casada con un hombre al que odia y abrumada por la vergüenza de haber sido violada por quien cree que es su padre. A lo largo de treinta años ambas mantienen el recuerdo y la esperanza de reencontrarse y vuelcan sus sentimientos en cartas conmovedoras. Pero la dramática existencia de Celie cambiará cuando entre en su vida la amante de su marido, una extraordinaria mujer llamada Shug Avery.
Alice Walker traza, en esta historia narrada en formato epistolar, un crudo y sin embargo bello relato del abuso hacia las mujeres y la comunidad afroamericana en los Estados Unidos de la primera mitad del siglo XX. El relato se ha convertido en símbolo de una lucha que aún a día de hoy no se ha acabado de librar.