Este bello poema de Wang Wei, ha sido fuente de inspiración para la creación de un querido hijo de esta DaCha. La traducción es personal, por lo que si alguien puede mejorarla, bienvenido será.
El damasco tiene su origen en el Turquestán, que es una zona del Asia central, comprendida entre el Desierto de Gobi, en Mongolia, y los límites orientales del Mar Caspio. Sin embargo, las primeras referencias acerca del cultivo de esta fruta se recogieron en el noroeste de China, en la Manchuria, cerca del límite con Rusia, concretamente en el año 3000 a.C.
La ruta de la seda y la de las especias, que comunicaban Asia y Europa, lo llevaron hasta Armenia, de donde deriva su nombre: Prunus armeniaca y desde allí fue llevado, por los romanos, hacia el sur de Europa.
Es una de las frutas más ricas en vitamina A, por lo que es muy adecuado en caso de deficiencias de dicha vitamina, sobre todo en alteraciones de la piel y mucosas, infecciones cutáneas, ceguera nocturna, convalecencias, especialmente de enfermedades de carácter infeccioso, debilidad y astenia.
Dentro de China, era considerado amuleto y símbolo de éxito: en el ancestral Sistema de Exámenes Imperiales, tener éxito se traducía en ser nombrado para una posición oficial del gobierno, que garantizaba una vida holgada de bienestar e influencia; la primera celebración en honor a los candidatos exitosos, habría tenido lugar en un campo de damascos.
Dicho todo esto, les voy a contar el próximo “sekret”, que tiene que ver con el arte de curar, al cual pertenezco.
Los orígenes de la Medicina China provienen de historias reales, leyendas y mitos.
Cuenta una leyenda, que el Emperador Amarillo (Huang Di) se impuso como gobernante supremo del Universo. Ocupó de éste, el centro, dejando el sur para el Emperador de Fuego (Yandi), también conocido como el Emperador Rojo, de quien se decía que tenía el cuerpo de un hombre y la cabeza de un toro.
El Emperador de Fuego enseñó a los humanos cómo cultivar los granos, lo que le valió el título de Agricultor Divino. Poseía un batidor mágico, que utilizaba para descubrir si una planta era venenosa o no y para determinar la naturaleza de cada planta; él mismo probaba cada planta para examinar sus efectos, ya que su cuerpo celestial le permitía neutralizar cualquier materia venenosa. Hasta que un día, el veneno pudo más que su habilidad.
Al rival del Emperador de Fuego, el Emperador Amarillo, también se le atribuían habilidades terapéuticas. De hecho, la mayoría de las cosas se les atribuyen al Emperador Amarillo y a sus ministros: las escalas de música, el mortero, las armas, los espejos y las matemáticas, por nombrar algunos. Uno de los ministros del Emperador Amarillo, Wu Peng, fue pionero en el arte de la medicina y otro ministro, Lei Gong, fue pionero en el arte de la cirugía. Un tercer ministro, Qi Bo, aparece en el Huang Di Nei Jing, Clásico de Medicina Interna del Emperador Amarillo.
Independientemente de la validez histórica de las habilidades científicas de estos dos emperadores, ambos han dado sus nombres a dos obras médicas con las que todavía se estudia en las Escuelas de Medicina China y de Acupuntura: Huang Di Nei Jing (Clásico de Medicina Interna del Emperador Amarillo) y Shen Nong Bencaojing (Clásico de Medicina Herbaria del Agricultor Divino).
“Honorarios de damascos” o “Xinglin, el huerto de los damascos”
Durante el gobierno de los Tres Reinos, vivió un famoso médico, llamado Dong Feng, considerado uno de los tres médicos más extraordinarios de la antigua China. Al final de su vida, Dong Feng, como un buen taoísta, se retiró a vivir a las montañas Lu y, dada su gran compasión y amor por sus semejantes, continuó viendo a sus pacientes cuando era necesario, pero adoptó la práctica de negarse a cualquier tipo de recompensa monetaria. Cuando sus pacientes, agradecidos, insistían en retribuirle de algún modo, él les aconsejaba plantar árboles de damasco en su jardín familiar; el número de árboles variaba de acuerdo a la gravedad de la enfermedad y, mientras los curados de una enfermedad grave plantaban cinco árboles, aquéllos con dolencias menores, plantaban sólo uno. El número de árboles de damasco del jardín de Dong Feng creció y creció hasta que tuvo un huerto y, al cabo de unos años, su casa fue rodeada por un centenar de miles de ellos, formando una importante plantación.
En épocas de cosecha, el Dr. Dong trocaba los damascos por grano; separaba la cantidad de cereal para consumo personal y entregaba el resto a los campesinos pobres.
La plantación pronto se ganó el nombre de Xinglin (Huerto de los damascos) y esta expresión fue utilizada, desde entonces, en alabanza a un buen médico, altamente calificado, de espíritu recto y noble. También es muestra del “espíritu de la tierra” que tienen los campesinos, quienes retribuyen la bondad con gran respeto, aprecio y elogio.
El Clásico de Medicina Interna del Emperador Amarillo, afirma que: «El médico debe poseer una conciencia moral, una conducta ética y una actitud compasiva hacia aquéllos que necesitan de su atención. Cuando médico y paciente se encuentran en un estado de armonía, la enfermedad no persiste ni se convierte en terminal».
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