En mi casa natal, mi madre me contaba cuentos a la hora del baño y mi padre me los leía para irme a dormir. En mi nueva familia nuclear, la que formé con mi compañero y mis hijos, la tradición se mantiene. Les dejo, a los papás, para cerrar este día, un cuento precioso de la serie de Arnold Lobel «Buho en casa».
TÉ DE LÁGRIMAS
Búho tomó la tetera de la alacena.
«Esta noche voy a hacer el té de lágrimas», dijo.
Puso la tetera en su regazo.
«Ahora», dijo Búho, «voy a comenzar.»
Búho se sentó muy quieto.
Empezó a pensar en cosas muy tristes.
«Las sillas con las patas rotas», dijo Búho.
Sus ojos empezaron a aguarse.
«Canciones que no pueden ser cantadas», dijo Búho,
«porque se han olvidado las palabras.»
Búho comenzó a llorar.
Una gran lágrima rodó y cayó en la tetera.
«Cucharas que cayeron detrás del horno
y nunca volvieron a verse», dijo Búho.
Más lágrimas cayeron en la tetera.
«Libros que no pueden ser leídos», dijo Búho,
«porque se han arrancado algunas páginas.»
«Relojes que se han detenido», dijo Búho,
«sin nadie cerca para darles cuerda.»
Búho estaba llorando.
Muchas lágrimas grandes cayeron en la tetera.
«Mañanas que nadie vio
porque todos estaban durmiendo», sollozó Buho.
«Puré de papas dejado en un plato», lloró,
«porque nadie quería comerlo.
Y lápices que son demasiado cortos para ser usados».
Búho pensó en muchas otras cosas tristes.
Lloró y lloró.
Pronto, la tetera se llenó de lágrimas.
«Listo», dijo Búho.
«¡Ya está!»
Búho dejó de llorar.
Puso la tetera a hervir para el té.
Mientras llenaba su taza, Búho estaba feliz.
«El sabor es un poco salado», dijo,
«pero el té de lágrimas siempre es bueno.»
FIN
Disfrutemos de lo que tenemos mientras esté allí. La niñez pasa muy rápido; disfrutemos de nuestros niños. Los padres, a veces, también se van muy rápido; disfrutemos de nuestros padres. Y no tengamos miedo de llorar, de vez en cuando, que el llanto libera. Buenas noches, dachas queridas.