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Categoria: Té Literario ~ Anna Karenina | Fecha: agosto 4th, 2013 | Publicado por Gabriela Carina Chromoy

ANNA KARENINA – SÉPTIMA PARTE – RESUMEN Y ANÁLISIS

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ANNA KARENINA – LEV TOLSTOY
SÉPTIMA PARTE – RESUMEN Y ANÁLISIS

RESUMEN
Al inicio de esta parte, los Levin han estado en Moscú durante más de dos meses. La llegada del hijo de Kitty es signo de alarma y preocupación de todos, excepto de Kitty. La relación entre Levin y Kitty está mejorando; rara vez discuten desde que están Moscú. En una visita a una amiga de la familia, Kitty y su padre se encuentran Vronsky. Kitty se asombra de sí misma al darse cuenta de que lo trata con calma y civilizadamente pero sin interés. Levin se siente mucho más alterado pero, sin embargo, se las arregla para calmarse y decide que va a tratar a Vronsky con amabilidad, la próxima vez que lo vea, ya que no tiene motivos para estar celoso.

Como siempre, Levin se siente incómodo en la ciudad. Está molesto por los grandes gastos, aparentemente frívolos, que surgen de vivir en un centro urbano. Le resulta difícil trabajar en su libro de teoría agrícola y es torpe cuando se trata de hacer visitas sociales. Renueva su amistad con viejos amigos de la universidad como Katavasov y se encuentra con nuevos intelectuales, como Metrov. Visita a la familia de Kitty, incluyendo a su hermana, Nataly, a quien acompaña a un concierto. Durante una visita especialmente difícil a la familia Bols, encuentra a Oblonsky, quien lo arrastra con su encanto típico. Bajo la influencia de Oblonsky, Levin no sólo hace las paces con Vronsky, sino que también acepta visitar a Anna, a quien no conoce.

Levin llega a casa de los Vronsky y no se encuentra con Anna sino con su retrato magnífico, realizado por el pintor Mijailov. Queda completamente prendado tanto de la belleza de otro mundo de la pintura como de la mujer en la vida real, que lo encanta completamente. Anna le parece el epítome de la mujer mundana, culta, caritativa (asumió el cuidado de una niña inglesa huérfana) e interesada en una variedad de temas. Cuando regresa a casa, Kitty sufre como loca al saber que fue a ver a Anna y hasta piensa que lo “ha embrujado”. Él se queda hasta tarde reconfortando a Kitty y asegurándole su amor.

Después de que Levin se retira, Anna analiza su situación. Ha puesto especial esfuerzo en encantar a Levin, en un intento de poner a prueba su poder. Está amargada y enojada porque se siente abandonada y privada de amor. Se da cuenta de que su poder sobre Vronsky se desmorona; han empezado a saludarse con hostilidad, mutuamente. Anna sabe que esto es destructivo pero no puede evitarlo. Siente que su lucha se ha vuelto necesaria. No sabe nada acerca de su solicitud de divorcio de Karenin y esto hace que la relación entre ella y Vronsky se vuelva aún más tensa.

Esa noche, Kitty despierta a Levin y le dice que no se siente bien. Empieza el trabajo de parto. Se llama a la comadrona, María y Levin se apresura a buscar al doctor. El médico lo mantiene en espera por varias horas y luego aparece, indiferente, lo que enfurece a Levin, pero le explica a éste que no hay prisa. En efecto, el parto dura 22 horas, durante las cuales Levin les da problemas a la partera, a Dolly y a la princesa mayor con sus exigencias dramáticas y arrebatos. Pero también reza, por primera vez en años y piensa en su hermano Nicolás. Cuando nace la criatura (un niño sano), Levin experimenta un sentimiento de profunda alegría y felicidad.

Cargado de deudas, Oblonsky se encamina hacia Petersburgo, esa primavera, con el fin de obtener un puesto más lucrativo como miembro del Comité de la compañía de ferrocarriles. La obtención del puesto requiere una actitud de sometimiento en una serie de humillantes maneras. Mientras que está en la ciudad, visita a Karenin para convercerlo de divorciarse de Anna. Karenin reacciona con gran emoción y afirma que su cristianismo no le permitirá hacer tal cosa. Oblonsky ve a Sergey, que se ha adaptado, dolorosamente, a la ausencia de su madre, sacándola de su mente. A pesar de sus esfuerzos, se siente mal por la aparición de su tío y llora cuando éste se va.

Oblonsky escucha de la princesa Betsy que la suerte de su hermana depende de Jules Landau, un imbécil místico que supuestamente da consejos notables mientras duerme.
Esto resulta ser cierto. Durante una visita de negocios a la Princesa Lydia, en un esfuerzo por conseguir el puesto de trabajo que persigue, se encuentra a Lydia y Karenin en compañía de Landau. Lydia defiende el reencuentro de Karenin con el Cristianismo. Sigue una escena extraña cuando Landau ofrece su sabio consejo durante el sueño. Oblonsky huye de la escena, sólo para recibir un rotundo «no» de Karenin, al día siguiente y se da cuenta de que la respuesta de Karenin se debe al asesoramiento de Landau en estado de inconciencia.

Las relaciones entre Anna y Vronsky siguen agrias. Anna se vuelve más celosa y Vronsky, más frío y distante. Vronsky pasa más tiempo fuera de la casa y su madre lo anima a casarse con la joven princesa Sorokin. Anna quiere volver al campo, donde las tentaciones de soltero no serán tan grandes. Vronsky está de acuerdo pero no quiere salir de inmediato. Se espera de él que le haga una visita a su madre al día siguiente. Ante esta noticia, los celos de Anna explotan. Ella sospecha que la madre de Vronsky está tratando de arreglar un matrimonio entre él y la princesa Sorokin; su furia provoca otra pelea devastadora. Se pelean esa noche y luego de nuevo, a la mañana siguiente; Vronsky se va con disgusto. Anna toma una dosis de morfina y escribe a Vronsky una nota pidiéndole perdón y rogándole que vuelva de inmediato. Luego, desesperada, va a visitar a Dolly.

Los siguientes capítulos tienen lugar, sobre todo, en la cabeza de Anna. Ella va a ver a Dolly, en donde está Kitty. Las dos hermanas reaccionan con torpeza y tienen poco de qué hablar. Anna no tiene la oportunidad de tener su charla con Dolly. Regresa a su casa, donde encuentra todo y a todos repulsivos. Desesperada por ver a Vronsky, sale hacia la estación de tren de Nijni. Quiere tomar un tren a la finca de la madre de Vronsky y enfrentarse a los tres, Vronsky, su madre y la princesa Sorokin.

En el camino a la estación de tren, Anna entra en un estado mental aterrador. Para ella, todo es despreciable y el mundo está lleno de fealdad, de miseria y de odio. Insulta, mentalmente, a la gente en la estación y en el tren. Una pareja que está sentada frente a ella en el tren le parece ser falsa y ridícula, ve a una niña en la plataforma llena de muecas y vulgaridad. Abrumada, se baja del tren después de una parada. Se encuentra con el cochero de Vronsky, que le da una nota fría de éste. Loca de tristeza, se pasea a lo largo de la plataforma. De repente, recuerda al guarda que murió el día que conoció a Vronsky y toma una decisión. Desciende a las vías y espera al tren que se aproxima. Cuando se da cuenta de lo que está haciendo ya es muy tarde: el tren la embiste; pide perdón a Dios y luego mira hacia arriba -su última visión es la del campesino sucio de su sueño premonitorio-.

ANÁLISIS
La novela y la brillantez narrativa de Tolstoy llegan a su plenitud en la Séptima Parte. Esta sección contrasta el nacimiento y la muerte y hace hincapié en el tipo de relación que fomentará lo primero más que lo segundo.
La sección comienza con Levin en Moscú. Tolstoy aprovecha a su narrador para mostrar a la sociedad urbana, una vez más: bajo la mirada de Levin parece corrupta y costosa. El roce de Levin con Moscú lo degenera un poco. Él bebe y se deslumbra con una mujer sensual (que no es otra que Anna). Afortunadamente, gracias a su fuerte apego al campo, su amor por Kitty y su propio sentido común, tiene la sabiduría de quitarse de encima esas influencias. Aunque hechizado temporalmente por Anna, él reconoce la bondad de Kitty y logra desprenderse de su hechizo. Su creciente conciencia cristiana prevalecerá más adelante en esta sección pero aquí se las arregla para sacudirse del fuerte encanto de Anna debido a que entiende que los apegos apasionados, alejados de Dios, son incorrectos. Esto es recompensado con la vida de su hijo. Anna, por su parte, como consecuencia de su comportamiento, cae cada vez más bajo en la locura y la muerte.

Muchos críticos han especulado sobre la posibilidad de una relación Levin-Anna. Las posibilidades son muy interesantes, porque de todos los personajes del libro, Levin es el más cercano a Anna en términos de pasión. Puede evidenciarse que sería más probable que él, entre todos, comprendiera la enorme vitalidad y compleja personalidad de Anna. Por ejemplo, la primera escena en la que Levin ve a Anna -y es importante que no la ve a ella sino a su retrato-, se da cuenta, con emoción, de que aquí hay una mujer extraordinaria. Su posterior conversación con ella confirma su primera impresión y queda encantado tanto por la propia Anna como por la perspectiva de conocer a alguien con profundidades similares de emoción y sentimiento.

Desafortunadamente, Anna ya está demasiado lejos en este punto del el libro como para sostener la idea de una posible relación con Levin. Devorada por los celos y la paranoia de perder el amor de Vronsky, ella es completamente inconsciente de alguien o algo más que su propio hacer. Lo que está haciendo, de hecho, es sabotearse a sí misma, hecho del que se da cuenta pero es incapaz de resistir. Otra vez, ella piensa en el campesino de sus sueños en las vías del tren, otra premonición de su muerte.

Después de la visita de Levin, el contraste entre las dos relaciones se vuelve claro. Él experimenta verdadera contrición por su comportamiento hacia Anna, en oposición a la aquiescencia hostil de Vronsky a las demandas de Anna. Levin y Kitty discuten sus problemas y celos honestamente, en vez de permitir que se agraven. Y en una imagen sorprendente de elección de la vida en vez de la muerte, Levin encuentra a Dios, mientras que los Vronsky continúan su danza de la muerte.

El único aspecto positivo de esta parte es el nacimiento del niño de los Levin. El nacimiento de su hijo despierta un gran avance religioso en Levin, una epifanía. Él piensa en la inevitabilidad de la muerte mientras espera con ansiedad el nacimiento, pensando en su hermano Nicolás y, sin embargo, encuentra, en la oración, algo por qué vivir. El nacimiento de su hijo le da una razón aún más fuerte para creer en la bondad de Dios. Aunque Tolstoy estaba apartado de la Iglesia Ortodoxa Griega, creía que Dios era la respuesta al tipo de pasiones carnales excesivas y sin fundamento que se encuentran en una relación como la de Anna y Vronsky. El descubrimiento de Levin representa un paso importante en su crecimiento personal. A partir de aquí, ya no buscará la respuesta a sus dudas en su relación con Kitty o en otros asuntos mundanos. Es esta creencia, que Tolstoy sostiene, lo que hace que su relación con Kitty tenga éxito a largo plazo, allí donde la relación de Vronsky con Anna falla.

Aunque Tolstoy intentó subrayar a Anna Karenina con un fuerte mensaje cristiano, él no creía ciegamente en todas las formas de la religión cristiana. El episodio Landau satiriza posturas exageradas de la fe cristiana. Landau es otro golpe sin piedad a la Condesa Lydia por cortesía de Tolstoy. También sirve para mostrar cuán bajo ha caído Karenin. En otros tiempos decidido y calculador, ha recurrido a los servicios de un místico francés para obtener consejo sobre cómo manejar su esposa. Su caída es casi tan grave como la de Anna.

Los capítulos previos al suicidio de Anna llevan al lector directamente a lo que pasa en su mente. Tolstoy prefigura poderosas técnicas modernistas del siglo 20 en estos capítulos, que son prácticamente corrientes de conciencia. Seguimos a Anna en su descenso final y el camino es aterrador. Ella está completamente desencajada de la realidad; la fealdad de su relación, sus acciones y su comportamiento todo, destruyen a Anna mientras corre frenéticamente alrededor de Petersburgo. El mundo entero se ha vuelto feo y lo único en que Anna puede pensar es en poner fin a la suciedad y la miseria a través del suicidio. Que ella se suicida en parte para castigar a Vronsky, es incuestionable; que ella lo hace para castigarse a sí misma es igualmente cierto, aunque no tan evidente. Dos cosas que se utilizaron antes, en la novela, para presagiar su suicidio, aparecen ahora: la memoria del guardia muerto por el tren y su visión del campesino sucio. Y aún, ni siquiera en este final, podemos condenar completamente a Anna; ella sigue teniendo un gran coraje en nuestro imaginario. El hecho de que su último pensamiento sea una plegaria demuestra que Tolstoy no la ha abandonado tampoco.

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